Los últimos días de Lenín Moreno
29 de enero de 2021
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Si no logra posponer las elecciones presidenciales del 7 de febrero, Lenín Moreno se estará despidiendo de un cargo que volvió ignominioso, producto de la traición a sus compañeros de partido y de las promesas que le hiciera al pueblo ecuatoriano.
En los comicios se han presentado 16 candidatos, pero sólo tres tienen opciones reales, según encuestas, que ponen en primer lugar a Carlos Arauz, representante de la línea correísta; Yaku Pérez, del principal movimiento indigenista, ambos contrarios al neoliberalismo; y el derechista Guillermo Lasso. Muy detrás está la candidata de Moreno, única mujer aspirante.
Arauz es señalado como ganador amplio, posiblemente en la primera vuelta, en la que se requiere el 40% der los votos y un margen del 10% sobre su principal seguidor.
Empero no todo es color de rosa, porque a la hora de escribir estas líneas hay un amplio porcentaje de la población que no ha pronunciado aún su preferencia, además de sospecharse que el mandatario pudiera armar alguna triquiñuela para, si no posponer la votación, esquilmar los votos del candidato que es apoyado por Rafael Correa, el ex presidente conductor de la Revolución Ciudadana, que duró diez años, a quien Moreno traicionó y trató de enjuiciar por causas infundadas.
Moreno dejará a la nación con una pandemia del nuevo coronavirus que ha asolado regiones enteras, con Guayaquil a la cabeza, con centenares de muertes cada día, sacrificando a la población que llegó a confiar en él –incluso tras su traición-, engañada en parte por medios puestos a su disposición por los elementos más reaccionarios de la nación.
Moreno viajará por estos días a Estados Unidos, para congraciarse con el presidente Joe Biden, después que el mandatario anterior le respaldara en su entrega al Fondo Monetario Internacional, que ha endeudado al país suramericano hasta el tuétano.
Palabra de orden: traición
Resulta imposible hablar de la dramática coyuntura política que se ha configurado en el Ecuador sin que una palabra aflore de inmediato en la conciencia (y en el ánimo) del observador: traición.
Es un término durísimo por su mayúscula inmoralidad. Ese enorme humanista que fue Shakespeare hizo de la traición objeto de innumerables reflexiones en su voluminosa producción literaria. Pero fue en Macbeth donde el tema se convirtió en el hilo conductor de la obra. Y allí la traición aparece como el reverso de una pasión enfermiza e incontrolable: la ambición, y junto a ella la envidia y una mal contenida rivalidad que irrumpe de súbito.
Podrá argüirse, ¿traición a qué, o a quién? ¿A qué? Nada menos que a la mayoría del pueblo ecuatoriano que votó por un candidato que se presentaba como el continuador de la Revolución Ciudadana, un proceso de transformaciones profundas que cambió radicalmente, y para bien, a la sociedad ecuatoriana.
Moreno perpetró una estafa electoral, como la de Mauricio Macri en Argentina, e incurrió en una malversación de la confianza en él depositada por la ciudadanía que lo hizo presidente.
Por supuesto, como todas las creaciones históricas, la Revolución Ciudadana tuvo sus contradicciones, sus grandes aciertos, sus errores y sus asignaturas pendientes. Pero la dirección del proceso era la correcta y el imperialismo y la derecha ecuatoriana no se equivocaron al transformar a su líder, Rafael Correa, en la “bestia negra” no sólo de Ecuador, sino de la política internacional.
Traición al pueblo que lo votó, al partido que lo postuló para la presidencia y también a Rafael Correa, de quien Lenín Moreno fue su vicepresidente y muy estrecho colaborador, dentro y fuera del país, durante diez años.
Traición por atacar a un personaje de quien hablaba puras maravillas durante la campaña electoral que lo proyectó al Palacio de Carondolet y en cuya enorme popularidad se apoyó para prevalecer en el muy reñido balotaje.
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