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Los muros no son la solución

14 de septiembre de 2015

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Las miles de noticias que invaden el espacio todos los días y que hablan de la crisis de los refugiados en Europa, no mencionan, la mayoría de las veces, las causas que generan esa terrible problemática que involucra a millones de seres humanos.
Los que huyen de Siria, Iraq y Afganistán, lo hacen para escapar de las guerras allí impuestas por Estados Unidos y la OTAN y por el auge del terrorismo más radical encabezado por el llamado Estado Islámico.
Y los que por miles se lanzan a la mar desde la sufrida África, lo hacen para tratar de escapar de la muerte por desnutrición y enfermedades.
Pienso que si en su conjunto, Europa –ahora invadida por desplazados, por los conflictos y el hambre– emprendiera la tarea de aportar recursos para ayudar a mitigar esos flagelos, y no aupara el conflicto sirio, apoyando a Estados Unidos, podría entonces encontrar solución a la causa principal de la actual crisis.
Desde donde salen los desplazados que desesperadamente buscan refugio en las antiguas metrópolis, se observan las heridas aún abiertas de la colonización; y lo que esos desprotegidos seres humanos hacen hoy es como una exigencia para que se salden grandes deudas de la época colonial.
No pueden ser los muros levantados en algunos países europeos, la solución al actual drama migratorio. El Mediterráneo no se puede cerrar con vallas o alambradas, ni el mundo podría permitir que sigan apareciendo las imágenes de niños y adolescentes muertos, o de los que llegan a las costas europeas sin sus padres, muchos de los cuales fallecieron en la travesía.
Reforzar la valla metálica en Melilla para cerrar el paso a quienes desean llegar al Viejo Continente a través de España; los que apresuradamente construyen un muro para detener el paso de emigrados por Hungría; ni las grandes murallas de alambre de espino que separa a Grecia y Turquía en Erdine o la de Bulgaria y Turquía en Lesovo, pueden ser una posible solución.
En los últimos días, Marruecos ha reconocido haber construido un muro de 150 kilómetros en la frontera con Argelia, desde el Mediterráneo hacia el interior.
Las vallas y los muros exacerban aún más la fiebre migratoria y pudieran ser la causa para que se abran nuevas rutas, más peligrosas aún, con los mismos objetivos.
Según BBC Mundo, los expertos señalan la existencia actual de dos principales caminos para llegar a Europa: el del Mediterráneo Central, por Libia, como el más peligroso y mortífero; y el de Grecia y Balcanes, por Turquía, el más numeroso.
De acuerdo con la ACNUR, agencia de Naciones Unidas para los refugiados, cada vez que se cierra una ruta, otra, más peligrosa que la anterior, se abre. Y actualmente hay 16 millones de personas huyendo de conflictos en todo el mundo.
En los primeros ocho meses del actual 2015, unos 322 914 inmigrantes y refugiados han cruzado el Mediterráneo para llegar a Europa, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). De ese total, 209 457 han llegado a Grecia; 111 197 a Italia; 2 166 a España y 94 a Malta.
En ese intento han perecido más de 2 000 personas.

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