Los enemigos de la paz en Colombia
28 de enero de 2019
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No es necesario ser muy suspicaz para comprender que los autores intelectuales y materiales del atentado contra la escuela de cadetes de la Policía en Bogotá no son otros que los enemigos de la paz, los mismos que quieren prolongar el sangriento conflicto que ahoga a Colombia desde hace seis décadas y que por primera vez parecía con posibilidades serias de llegar a un final justo y decoroso, permitiendo empezar a resolver de modo pacífico los numerosos problemas que confronta esa sociedad.
No es difícil responder a la pregunta de ¿quienes son los enemigos de la paz?. En el contexto colombiano queda claro que son los mismos promotores de las campañas contra los Acuerdos de Paz; los mismos que torpedearon y sabotearon durante años las conversaciones entre las FAR-EP y el gobierno saliente de Santos; los mismos que estuvieron varias veces a punto de hacer fracasar aquel entendimiento que finalmente se alcanzó y hoy sigue enfrentando obstáculos que amenazan con hacerlo zozobrar en medio de tantos esfuerzos y del apoyo internacional de las Naciones Unidas.
Ante el fracaso miserable de los intentos que han buscado frustrar los históricos Acuerdos con las FAR-EP, los enemigos de la paz acuden ahora a la violencia y el terror para impedir a toda costa la posibilidad de una solución pacífica exitosa con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) -la organización guerrillera que aún permanece en la lucha armada activa-, cuyas negociaciones han avanzado no sin dificultades pero llegando a un punto de reinicio.
La conclusión de un acuerdo mutuamente satisfactorio entre el ELN y el gobierno actual marcaría un avance sustancial hacia la paz y consolidaría su extensión a nuevas regiones del territorio nacional, pendientes aún de recibir los beneficios de la pacificación.
Experiencias anteriores dentro del propio país indican que solo sectores de la oligarquía y el paramilitarismo organizado por ella y actuando a su servicio son los beneficiarios de la violencia y el crimen.
Así lo demuestran los cientos de líderes sociales y ex guerrilleros asesinados en los meses recientes, en particular tras las pocas semanas que el actual gobierno lleva en la Casa de Nariño, mostrando evidente debilidad para actuar frente al crimen generalizado, ineficiencia manifiesta o sospechosa complicidad por parte de algunos de sus componentes.
La inmediata pretensión, -sin esgrimir una sola prueba,- de culpar del hecho a los negociadores del ELN que aguarda la reanudación de las conversaciones es irresponsable y ridícula; no merece la más mínima consideración, pues es absurdo suponer que quienes esperan por la negociación van a romper la negociación misma.
Los países garantes de los Acuerdos de Paz, -Cuba y Noruega,- han demandado el cumplimiento de los protocolos previamente establecidos para regular las conversaciones y precisamente poder enfrentar cualquier obstáculo o interrupción que las ponga en peligro, tal como ocurrió en ocasiones anteriores cuando negociaban las FAR-EP y el anterior gobierno colombiano.
Es todavía temprano para predecir un desenlace, aunque es evidente que las presiones de los enemigos de la paz son cada vez mayores y están dispuestos a llegar a los extremos más aberrantes, como lo demuestra este atentado que tiene todas las características de una provocación previamente planeada.
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