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Lo que se sabía y ahora alarma

12 de diciembre de 2014

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Se sabía desde hace muchos años, incluso, el presidente norteamericano Barack Obama lo había admitido con nombre y apellidos, cuando afirmó que “cruzamos la línea roja, hicimos cosas que van contra nuestros valores”.

No es un suspenso dentro de una película de ficción. Es la verdad sobre la aplicación de las más bárbaras torturas por parte de la CIA y militares de Estados Unidos, ahora divulgado con temor y alarma dentro de un extenso informe de 480 páginas en poder del Senado.

Cuando este martes se anunció la publicidad del documento, la administración optó por incrementar las medidas de seguridad en sus dependencias alrededor del mundo, ante posibles acciones de rechazo a las crueles torturas aplicadas en cárceles y otros centros clandestinos de los que abrió y aún mantiene en decenas de lugares.

Se especula que el documento en manos del Congreso, detalle al menos parte de las actividades de la CIA luego de los atentados del 11 de septiembre del 2001 a las Torres Gemelas.

Coinciden estas revelaciones con la última salida hacia Uruguay de seis rehenes con más de 10 años en la cárcel de la ilegal base de Guantánamo, en Cuba, sin acusación alguna y sometidos a torturas de las más crueles.

No obstante el alboroto por el documento en manos parlamentarias, vale recordar que el propio presidente Obama, cuando asumió el mandato en el 2009 reconoció que los métodos utilizados para interrogar a los prisioneros incluían torturas.

Es muy conocido, además, que el ex presidente George W. Bush fue el artífice de aquella operación desplegada por la CIA y conocida como “Rendición, detención e interrogatorio”, que incluía salvajes métodos con el fin de “sacar información a los prisioneros”.

No pocos reos liberados y hasta policías involucrados en las torturas y que luego dejaran su trabajo, han denunciado al mundo la crueldad del “ahogo simulado”, los golpes, las humillaciones reiteradas, la exposición a temperaturas gélidas y privación de sueño, entre otras.

Asustado por la parte que le pueda tocar, el actual secretario de Estado, John Kerry, pidió a la jefa del Comité de Inteligencia del Senado, Dianne Feinstein que cambiara la fecha de entrega del informe.

Por su parte el ex mandatario, George W. Bush, involucrado como ninguno otro en todo el contenido del texto sobre las torturas, fue tan cínico que se presentó ante las cámaras de televisión de CNN para afirmar que “fuimos afortunados de tener hombres y mujeres que trabajaron duro para la CIA, sirviendo al país en nuestro nombre”.

No se ha informado si el extenso informe en manos del Senado norteamericano dedica parte de su abultada documentación a exponer que los médicos y enfermeras que trabajaron bajo las órdenes militares de Estados Unidos fueron cómplices de abusos perpetrados a sospechosos de terrorismo.

Un documento elaborado por un panel independiente de expertos legales, militares, de salud y ética señala que los profesionales de la medicina ayudaron a diseñar y practicar “torturas y tratos inhumanos degradantes” a los detenidos.

Todo esto se sabe desde hace bastante tiempo, aunque ahora aparezca en un informe y se use como instrumento de la política dentro del Congreso norteamericano.

 

 

 

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