¿Lo “menos malo”?
25 de marzo de 2022
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El directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó este viernes 25 de marzo el acuerdo alcanzado con el gobierno de Alberto Fernández para la refinanciación de la deuda de 45 000 millones de dólares contraída por la anterior administración de Mauricio Macri en el 2018.
Con anterioridad, el FMI había extendido hasta el jueves 31 de marzo el plazo para que Argentina pagara los intereses y capital que vencían originalmente el lunes 21 y martes 22 pasados, por un monto total cercano a 2 800 millones de dólares.
Como se conoce, la deuda contraída por Macri no propició beneficio alguno al pueblo. sino a intereses particulares, además de que el susodicho dejó que la mayor parte de las divisas fueran sacadas del país y llevadas presumiblemente a paraísos fiscales, sin que tuviera que responder ante la justicia por tal crimen económico.
El convenio renegociado permite “aliviar” los tiempos de pago al respecto, dejando “lo gordo” para el 2026, cuando haya un nuevo gobierno o permanezca el actual, algo que no importa, porque quienes han promovido todo esto piensan que es lo “menos malo” a lo que podía llegar y no aleja las esperadas inversiones que necesita el país, principalmente el sector privado.
Manifestaciones populares para que se cortaran los vínculos con el FMI y no pagar la deuda contraída por Macri fueron desoídas, así como las reticencias mostradas por la vicepresidenta Cristina Fernandez, quien al final, y para evitar la escisión política del Frente para Todos, accedió a respaldar el entuerto.
Ello me hizo recordar cuando Cristina se negó a pagar a los denominados Fondos Buitres, que aprovechaban los problemas derivados de la deuda externa, cuestión que sí cumplió, por supuesto, Macri.
Incluso un experto económico no simpatizante de la política kirchnerista, pero sí crítico con Macri, como Guillermo Calvo, hombre de credenciales neoliberales indiscutibles, se pronunció al respecto:
MIRAR HACIA ATRÁS
“… No estoy a favor de Cristina (Kirchner) ni de su gente, pero debo reconocer una cosa: si sube Cristina, ella puede mirar para atrás y decir “miren el lío que nos dejó este hombre y ahora yo tengo que hacer el ajuste que él debió haber hecho y que no hizo”. La ventaja de la izquierda en esas situaciones es que la oposición es la derecha, y ellos hacen política de derecha (…) Sí. De repente Cristina es lo mejor que le puede pasar al país, curiosamente (…) Porque va a aplicar el ajuste con apoyo popular, culpando al gobernante previo” (Entrevista concedida al medio chileno Diario Financiero, el 24/7/2019).
Clarito, el hombre. El ajuste. De eso se trata. Eso es lo que los desvela. Su fundamento es el “déficit fiscal”. Hay que ajustar, porque hay déficit fiscal.
Ello configuró el espacio del conflicto. La coyuntural alianza grande del antimacrismo disputó con éxito las elecciones. Pero, más allá, no mantuvo totalmente la unidad.
O sea, esa oposición que llegó al poder tuvo fisuras, y ello le costó perder apoyo electoral, que luego recuperó en parte, aunque vuelve a “estar en salmuera”, al desoír el clamor popular y estar dispuesta a pagar la deuda con el FMI, por temor a un futuro que se le antoja apocalíptico, pero no lo es.
Cediendo a pagar, en los términos que sea, ahora “aliviada”, sigue siendo onerosa, hace caso omiso y obstaculiza a quienes son partidarios de reformas estructurales y ayudar a que la situación puede comenzar a resolverse sin condenar al pueblo a la extinción por hambre.
El gobierno puede convocar a inversores del espacio global a apostar por un país al que ni Estados Unidos ni la Unión Europea han mirado hasta ahora más que con ojos ávidos de obtener ventajas unilaterales, protegiendo su mercado propio y exigiendo a Argentina que abra el suyo.
China, Rusia y la India no exigen esto. Son, en ese sentido, socios más confiables. Abrirse al mundo es, también, despojarse de anteojeras ideológicas y es, asimismo, ejercer la soberanía nacional contra viento y marea. El problema aparenta ser económico, pero es, en esencia, un problema de decisiones políticas.
Es la única manera de no ajustar, porque es la única manera de solucionar el déficit sin matar a un pueblo. Ello ayudaría a aumentar la producción, creando trabajo mediante inversiones genuinas que vendrían de actores del escenario global más interesados en el orden mundial multilateral que en expoliar a un continente en función de un expansionismo que no practican.
Esa debería haber sido la decisión del actual gobierno argentino, y no convenir en “lo menos malo”.
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