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Las víctimas afganas del Imperio

6 de julio de 2020

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En dos ocasiones Estados Unidos suspendió sus bombardeos aéreos en Afganistán, con el fin de conversar con el Talibán para llegar a la paz en ese país que atacó hace 19 años y ocupa desde entonces, para cortarlas posteriormente, bajo el pretexto de ataques terroristas de la organización contra dependencias del gobernó local y civiles.
Quizás no muchos conozcan, y algunos medios lo han citado escépticamente, que el Talibán tiene prohibido a sus miembros realizar acciones terroristas para evitar daños a personas inocentes, y concentran sus actividades en destruir la infraestructura militar del ocupante norteamericano y sus aliados europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), así como del gobierno impuesto por Estados Unidos y “legalizado” en elecciones espurias.
Por el contrario, grupos de diversas organizaciones terroristas y mercenarias introducidas por el Pentágono en la nación centroasiática se han dedicado al exterminio de la población civil, bajo la mirada “paternal” del agresor.
Así, se habla de un millón de muertos y mutilados, algo menos que el número de bajas en Iraq, una nación agredida y ocupada en el 2003, donde también permanecen tropas norteamericanas, sin que el establishment que gobierna en EE.UU. haya podido lograr sus objetivos completos de dominación.
Trump había anunciado en el 2016 que haría regresar sus tropas en Afganistán,pero éstas no solo han permanecido allí, sino que han aumentado ante la imposibilidad de doblegar a loscombatientes y, según se afirma, para proteger los sembrados de amapola controlados por aliados locales y que producen grandes ganancias por la venta de la heroína en Europa.
El país agredido e invadido desde el 2001, poco después de la terrorista ley contra el terror esgrimida a raíz de los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono -de autoría aun dudosa-, tiene tropas ocupantes en bases ubicadas cerca de las principales ciudades, mientras el resto de la atribulada nación quizás podrá encontrar a sus muertos y lograr enterrarlos en lugares devastados, aunque no en los de comprobado estado de contaminación.
A pesar del número de bajas fatales causadas por esta guerra contra el pueblo afgano, bajo la sempiterna excusa de acabar con el terrorismo, muy pocos casos de muertes ocasionadas por los soldados de ocupación han sido ventilados en tribunales y, por ejemplo, la organización Amnistía Internacional –nada sospechosa de antinorteamericanismo- se quejó porque Estados Unidos ni ha admitido sus errores contra los civiles, ni ofrecido compensación a sus familiares.
Es verdad que los distintos regímenes locales se han quejado varias veces por el enorme número de “bajas colaterales”, pero a estos sólo les interesa los miles de millones de dólares que reciben en compensación por su fidelidad a los invasores.

 

LA INCULTURA DE LA IMPUNIDAD

 

Nada se menciona de la compensación por los daños humanos y materiales, a pesar de los innumerables testigos, debido a que reina la incultura de la impunidad sobre los cuerpos sin vida de miles de afganos, incluyendo niños y mujeres embarazadas.
También han caído en oídos sordos las peticiones de organizaciones de derechos humanos de que se pongan en marcha investigaciones para reconocer los resultados de los ataques militares en poblaciones civiles.
La propia Amnistía Internacional, en un informe de 82 páginas, y ante la irrefutable verdad sobre el papel de Washington, dice que “las tropas de Estados Unidos han matado o herido a miles de afganos desde la invasión, pero las víctimas o sus familias tienen muy pocas posibilidades de ser compensadas”.
Los responsables de las fuerzas ocupantes han aseguradoindistintamenteque sus tropas toman “muy en serio toda denuncia de mala conducta”, y rechazaron las acusaciones de indiferencia hacia las víctimas, cuando sobran ejemplos para desmentir lo anterior.
Hace algunos meses, en la provincia oriental de Lagah, un grupo de mujeres recogía leña en una zona montañosa, cuando un avión estadounidense lanzó dos proyectiles contra ellas, matando a siete e hiriendo a otras tantas, cuatro de ellas de gravedad.
Aunque las tropas agresoras clamaron que solo habían matado a talibanes, los familiares de las víctimas, indignados, trasladaron sus cadáveres a la capital del distrito, Mistarla, para revelar la verdad. Pero no tenían poder alguno para hacer algo, lo que demuestra la inmunidad que posee la OTAN en Afganistán.
Investigaciones criminales formales sobre la muerte de civiles en Afganistán son extremadamente raras y solo hay seis casos en que soldados estadounidenses se han enfrentado a juicios.
La Organización de Naciones Unidas ha documentado detalladamente la muerte de civiles en Afganistán durante los últimos años, pero con cifras mejores a lo real, porque cualquier lector acucioso, sobre todo el que tiene a su alcance internet, podrá leer la cifra diaria de civiles muertos por los ataques aéreos norteamericanos, en su mayoría niños.
En general se habla de centenares, miles de muertes de civiles cada 12 meses, mayormente de mujeres y niños, ya que la población masculina adulta, generalmente, o se encuentra laborando en forma nómada o se halla empuñando las armas, sean talibanes o de otras facciones, contra la maquinaria bélica montada por Estados Unidos con la mayoría de sus aliados de la OTAN.
El hecho es tan grave y difícil de ocultar que hasta la prensa israelí se quejó del tratamiento que recibe el ejército sionista cuando incursiona contra Gaza. En este sentido, apuntó que los diarios califican la acción de Tel Aviv —sin dudas vandálica y abusiva— de “crímenes de guerra” y “uso desproporcionado de la fuerza”, pero que no emplean esos términos cuando las fuerzas de la OTAN en Afganistán lo hacen en mayor medida.

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