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Las dos caras de Montevideo

8 de febrero de 2019

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Sin lugar a dudas la iniciativa de los gobiernos de México y Uruguay, con la participación de la Comunidad de Estados del Caribe, CARICOM, de buscar fórmulas de diálogo entre el gobierno de Venezuela y la oposición, abrió una nueva ventana a la tan necesitada paz en la nación bolivariana.

El país atraviesa una campaña mediática de desinformación que ha creado patrones contrarios a la realidad misma, y contribuido a que sectores opositores, de los más radicales, se envalentonen, a la vez que gobiernos extranjeros se inmiscuyen en los asuntos internos y atizan la confrontación a través de la injerencia y hasta los ultimátums.

La matriz pasa por las amenazas de Estados Unidos de intervenir militarmente y la actitud entreguista a lo que diga Washington por parte de varios países europeos y la Unión Europea como agrupación, así como de los gobiernos del Grupo de Lima.

La llamada crisis de Venezuela se trató en la cita de Montevideo, donde se acordó un mecanismo con cuatro fases para negociar una salida del conflicto.

Pero el denominado Mecanismo de Montevideo fue rechazado por el autoproclamado presidente interino e inconstitucional, Juan Guaidó.

La primera de las cuatro fases consiste en un Diálogo inmediato, que generaría las condiciones para que los actores involucrados entren en contacto directo en un ambiente de seguridad.

El segundo punto plantea la etapa de negociación, donde se presentan los resultados de la fase de diálogo a las contrapartes, se buscan los puntos en común y las áreas de oportunidad para flexibilizar las posiciones de cada uno e identificar los potenciales acuerdos.

La tercera fase es la de compromisos, con el referente de que en la etapa de negociación se construyen y suscriben acuerdos con características y temporalidad previamente establecidas.

Por último el Mecanismo de Montevideo prevé la etapa de implementación, con acompañamiento internacional, en la que se deben materializar los compromisos asumidos en el paso anterior.

Esta es una de las caras de la reunión celebrada en la capital uruguaya, donde, desde un primer momento los países convocantes –México, Uruguay y la Comunidad del Caribe– se declararon neutrales en este proceso; es decir, de lo que se trataba era de buscar un diálogo sin injerencia foránea y sin condiciones de una y otra parte.

El canciller uruguayo, Rodolfo Nin Novoa planteó que «cuando más condiciones se pongan para el diálogo, más difícil será conseguir resultados favorables».

Respondía así a quienes, en la propia cita exigían al gobierno de Venezuela la realización de nuevas elecciones presidenciales, el cambio en la Corte Electoral y la liberación de supuestos presos políticos.

El guión, en este caso, lo encabezaba la representación de la Unión Europea y, por supuesto, la influencia y exigencia de Washington, empeñados en poner fin al gobierno legítimamente electo de Nicolás Maduro y con ello a la Revolución Bolivariana.

Así se constató cuando los puntos del Mecanismo de Montevideo fueron presentados en la propia capital uruguaya a la reunión del llamado Grupo de Contacto Internacional sobre Venezuela.

Llegaba el momento a la otra cara de la reunión, con la participación de la Unión Europea, Uruguay, Costa Rica, Ecuador, Bolivia y México.

El citado Grupo de Contacto Internacional, presentó otra propuesta, rechazada por Bolivia y México, donde aparece la exigencia a nuevas elecciones presidenciales, lo que implica necesariamente el no reconocimiento a los comicios del pasado año, donde un 67% de la población venezolana eligió como mandatario a Nicolás Maduro.

Mostrando su verdadera cara injerencista, los firmantes en este caso, se atrevieron a plantear el establecimiento de las garantías necesarias para un proceso electoral creíble, en el menor tiempo posible; y permitir la entrega urgente de asistencia humanitaria.

Acceder a esas prerrogativas implicaría que el actual gobierno venezolano aceptase la infundada acusación de que los comicios pasados no fueron creíbles y que los 20 millones de dólares que pretende donar Estados Unidos con el nombre de «ayuda humanitaria» se admitiesen como migaja, mientras son cada vez más las sanciones económicas y el bloqueo de Estados Unidos al país bolivariano.

En fin, la buena intención de México y Uruguay para logar un diálogo transparente, respetuoso y sin condiciones, aceptado por Nicolás Maduro y no por el autoproclamado opositor Guaidó, tuvo su final oscuro e injerencista que vuelve a marcar la incertidumbre en las relaciones internacionales.

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