Las dos Américas
21 de julio de 2017
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Mientras el servil secretario general de la OEA rendía cuentas ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, en un aberrante acto sin precedentes en la más oscura historia de esa desprestigiada Organización –pantalla del intervencionismo yanqui y ministerio de colonias–, el Foro de Sao Paulo celebraba su encuentro anual en la Nicaragua sandinista.
Pocas veces se hizo evidente con tanta claridad la existencia de las dos Américas. El ensayo histórico de José Martí que, bajo el título de Nuestra América viera la luz por vez primera en las páginas de “El Partido Liberal” de la Ciudad de México el 31 de Enero de 1891, renueva hoy toda su vigencia, su enseñanza y su llamado a la unidad y la lucha de los pueblos enmarcados entre el Río Bravo y la Patagonia.
En el momento actual, nada es más importante para Nuestra América que la defensa de la Revolución Bolivariana pues ella implica la independencia y la soberanía de Venezuela, el principio de la no intervención y la autodeterminación, -tantas veces recogido en los documentos internacionales que Washington y sus lacayos pretenden hacer trizas –y más recientemente en la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, suscrita por la totalidad de los países latinoamericanos y caribeños hace apenas tres años y que significa un serio e inquebrantable compromiso de todos sus firmantes, independientemente de la ideología, orientación o tendencia de los 35 gobiernos que en su momento la suscribieron.
El gobierno imperialista de Estados Unidos y algunos de sus más cínicos colaboradores en el seno de la OEA buscan desde entonces convertir a ese documento histórico –una verdadera declaración de la segunda independencia de Nuestra América–, en especie de papel mojado que en nada les obligue ni comprometa.
El Consenso de Nuestra América aprobado en Managua, por el Foro de Sao Paulo –la más amplia y representativa concertación de movimientos sociales, partidos políticos, fuerzas sindicales, gobiernos progresistas y personalidades de nuestra región–, llamó a la defensa intransigente y activa a todos los niveles y en todos los escenarios de esa Proclama de paz como unión e integración de Latinoamérica y el Caribe, más allá de circunstancias temporales o afines golpistas e intervencionistas.
La destrucción de esa Proclama se ha convertido en objetivo de la Administración Trump y sus seguidores, como es el caso del impresentable Almagro.
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