La verdad se impone, la mentira se desnuda
16 de septiembre de 2019
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Las denuncias del gobierno venezolano sobre la participación del gobierno colombiano de Iván Duque en planes para desestabilizar al país bolivariano y –si Estados Unidos así lo decide–, lanzar una agresión armada contra el vecino país, tienen cada día más visos de verdad.
La víspera, con fotos, videos, y declaraciones de implicados en esos planes, Venezuela denunció ante el mundo dichos planes y llamó una vez más a la paz y al diálogo con quienes desde dentro del país, se prestan y sirven como mercenarios.
Los que cumplen órdenes desde Washington también se desnudan, lo mismo en espurios informes contra el gobierno de Maduro desde la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que aplaudiendo acuerdos de una desprestigiada OEA, reunida la víspera, para aplicar mecanismos de agresión militar, como el llamado TIAR, escondido durante décadas en lo más profundo del sótano de la putrefacta OEA.
Mientras tanto, la declaración de la Alerta Naranja primero y luego la activación del Consejo de Defensa y Seguridad de la Nación, ante las amenazas de guerra desde Colombia, son medidas lógicas dentro de la concepción del programa de defensa venezolano.
Se trata, no de incentivar un posible conflicto bélico, sino, más bien, evitarlo. No dejarse sorprender ante las casi diarias provocaciones: la introducción de mercenarios entrenados en Colombia, la preparación y realización de sabotajes y la campaña mediática más feroz, concebida desde Estados Unidos.
Recordemos que en este proyecto de destruir la Revolución Bolivariana y derrocar al presidente Nicolás Maduro, hay involucrados elementos internos como el impostor Juan Guaidó y otros que precisamente desde Bogotá y otras capitales, impulsan la campaña difamatoria, a la que ahora se ha plegado la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet.
Sus informes ofensivos, sin verificación alguna, al parecer redactados desde el Departamento de Estado norteamericano,
parecen ser parte de la historia reciente de su país, Chile, donde una dictadura criminal cometió horrorosos actos de genocidio, desaparición de personas, y otros, los que nunca denunció esta funcionaria, que quiere evaluar la conducta de un país agredido, sancionado, bloqueado y cercado económicamente, como Venezuela.
Otro factor de desestabilización y de coincidencia con quienes apuestan por la confrontación armada, lo juega el denominado Grupo de Lima, hijo bastardo de la desprestigiada OEA, comprometido hasta el cuello con los dictámenes de Estados Unidos en su afán por derribar la Revolución Bolivariana.
Colombia, con el presidente Iván Duque al frente y Álvaro Uribe actuando desde la sombra, pretende jugar el papel de punta de lanza de la administración Trump, a la vez que desviar la atención de lo que ocurre en su país, donde cientos de líderes sociales, indígenas, campesinos y ex guerrilleros han muerto desde que se firmó el Acuerdo de Paz entre el gobierno y las FAR-EP.
El pueblo venezolano y las fuerzas armadas bolivarianas se saben comprometidos con el proyecto revolucionario y actúan, con serenidad y con valor, alistándose en todos los terrenos donde sea necesario –incluyendo el militar– y bajo el compromiso de no dejarse sorprender y estar listos para la victoria.
Más de 10 millones de firmas denunciado el bloqueo cruel a que Estados Unidos somete al país y con la solidaridad de otros millones que también rubrican el compromiso, solo queda tiempo para vencer.
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