La verdad irrefutable de la lucha de clases
9 de diciembre de 2015
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Otras veces nos hemos referido al tema en esta misma columna y esta vez los resultados electorales de las elecciones parlamentarias de Venezuela nos dan la oportunidad de reiterarlo: la lucha de clases como verdad irrefutable y vigente, puesta en evidencia, explicada y analizada de manera tan brillante como comprensible por Carlos Marx hace más de un siglo nos da la respuesta a acontecimientos como estos, que inicialmente pueden considerarse de difícil entendimiento.
Teniendo en cuenta siempre las condiciones concretas y las particularidades diversas en cada situación o país, es obvio que los principios generales de la lucha de clases son los que se mueven como telón de fondo invariable, aunque en cada caso asumen formas o estilos diferentes, acordes muchas veces con las tradiciones políticas del país en cuestión y otras situaciones coyunturales.
Los procesos populares de transformación política y social que muchos países de América Latina y el Caribe vienen llevando a cabo desde hace casi dos décadas –a partir de la victoria electoral chavista de 1998 en Venezuela– han tenido todos que enfrentar la oposición no solo de las élites políticas sino de los grandes poderes económicos –que generalmente son los mismos–, y de los consorcios transnacionales de la comunicación y la información –hoy encadenados y al servicio absoluto del capitalismo neoliberal– más el financiamiento externo procedente de Estados Unidos y Europa, tanto oficialmente como mediante “fundaciones” o las llamadas ONG.
Esa es la forma que actualmente asume la lucha de clases, aunque su esencia se mantiene, y así se expresa a nivel nacional e internacional articulándose convenientemente, posiblemente con mayor fuerza que nunca, apoyándose en los adelantos tecnológicos de las comunicaciones.
Queda claro y se comprueba cada día, que a ese cuadro tiene que enfrentarse cualquier fuerza política que desea cambiar seriamente o intente transformar lo más radicalmente posible la realidad latinoamericana actual, poniendo fin a la hegemonía oligárquica-imperialista en sus naciones respectivas y contribuyendo a la unidad e integración de la región, con independencia y soberanía.
En el desarrollo de ese lucha, donde la oligarquía se vale de los propios espacios creados por los gobiernos democráticos y progresistas implantando campañas electorales de terror y guerra económica, surgen aparentes paradojas como las que describió en acertado artículo el colega Alfredo García, en reciente edición de POR ESTO!, anterior a los comicios venezolanos.
Decía nuestro colega que el elector tendría en esa ocasión ante la urna electoral, “un dilema más existencial que político: votar por los candidatos chavistas y arriesgarse a que continúe o se agrave la crisis económica en curso o votar por el candidato opositor y restaurar el modelo neoliberal que construyó una sociedad desigual con 20 por ciento de los ciudadanos con plenos derechos y el resto marginado y sin oportunidades”.
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