La Primera Declaración de La Habana: vigencia y verdades
1 de septiembre de 2022
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La Primera Declaración de La Habana -emitida por la Asamblea General Nacional del pueblo de Cuba el 2 de septiembre de 1960-, marcó sin dudas el inicio de una nueva época para la América Latina y el Caribe; fue el documento oportuno, profundo y esclarecedor que complementó las verdades ocultas y aplazadas de la primera independencia y mostró la necesidad de una segunda independencia para los pueblos de esta región.
Aprobada “junto a la imagen y el recuerdo de José Martí…” y expuesta en la voz del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, la Declaración tuvo como propósito inmediato actuar como respuesta a los acuerdos intervencionistas contra la soberanía de las naciones americanas, adoptados en una reunión de cancilleres de la desprestigiada OEA efectuada a fines de agosto en San José de Costa Rica para, entre otras cosas, ir preparando el terreno hacia el aislamiento diplomático de Cuba y facilitar la intervención militar directa contra la Revolución Cubana por parte del gobierno imperialista de Estados Unidos y sus mercenarios, que ya se organizaba con la complicidad de regímenes del área como los de Guatemala y Nicaragua que le sirvieron de base entonces.
Precedió a la Segunda Declaración de La Habana -el 4 de febrero de 1962-, y expuso verdades irrefutables e irrebatibles. En sus nueve capítulos y de forma concreta, breve y amena, desarrolló ideas que las masas populares latinoamericanas y caribeñas comprendieron e hicieron suyas y contribuyeron a ensanchar el duro y difícil camino hacia la liberación nacional y la justicia social, la independencia verdadera y la dignidad.
Resultó una siembra ideológica y política cuyos frutos valiosos, en cierta medida, se recogen actualmente, pero es necesario seguir ampliando mediante el único instrumento que los hace posible, con la lucha incesante y organizada y con la clara comprensión de la unidad en la diversidad.
No es una receta. Es una explicación razonada y fundamentada de la realidad latioamericana y caribeña, apoyada en el desarrollo histórico y en la frustración de la primera independencia que dejó sin concluir los sueños de Bolívar y Martí.
Cada pueblo y sus vanguardias la asimilarán y ajustarán a sus condiciones concretas y sus oportunidades. Ello confirma su vigencia y sus verdades.
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