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La pandemia y el Ramadán

27 de abril de 2020

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Una foto de La Meca, en Arabia Saudita, símbolo de la fe musulmana en el mundo y donde cada año por estos días, se reúnen más de un millón de fieles en el comienzo del mes del Ramadán, ahora muestra el lugar totalmente vacío, debido a la pandemia de la COVID-19.
Tristeza adicional pero necesaria, si se tiene en cuenta que hasta hoy solo el confinamiento y el distanciamiento social forman la única barrera para frenar el contagio que lamentablemente puede llevar a la muerte.
Resulta que durante esa celebración que debe concluir el 23 de mayo, más de un millón 800 000 musulmanes del mundo practican fielmente costumbres como la de abstenerse de comer, beber y fumar desde el amanecer hasta el anochecer de cada día del también llamado mes de ayuno o Ramadán.
Es el noveno mes del calendario islámico, tiempo de oración y reflexión, y se concibe como una conmemoración de la primera revelación del profeta Mahoma. El Ramadán está considerado como uno de los cinco pilares del islám.
Los ayunos desde el amanecer hasta el ocaso son obligatorios para todos los musulmanes adultos que no estén crónicamente enfermos, para los que estén viajando, ancianos, embarazadas, en período de lactancia, diabéticos y otros. La primera comida debe darse antes del amanecer y se conoce como suhur, y la nocturna se denomina iftar.
En esta oportunidad, por primera vez en 14 siglos, no se muestran las acostumbradas iluminaciones en Jerusalén, ni los faroles en las calles que conducen a la mezquita de Al Azhar, en el Cairo, ni en la explanada de Al Aqsa, lugar santo para los musulmanes, en Jerusalén.
En el Líbano, junto al coronavirus, la crisis económica afecta a la mitad de sus 4,5 millones de pobladores que, de acuerdo con datos del Banco Mundial, viven por debajo del umbral de la pobreza.
Algo similar ocurre en Egipto con un alto por ciento de su población afectada por ese flagelo y que ahora ha tenido que aplicar medidas de confinamiento, con toque de queda nocturno y cierre parcial de la economía, y constituyen las personas de más bajos ingresos, las más afectadas por lo que ya le llaman la crisis del coronavirus.
Donde quizás sea más complicada la simple recordación por los musulmanes de su mes de ayuno, es en Siria, donde la guerra impuesta y el terrorismo del llamado Estado Islámico, han destruido casi la mitad de sus centros hospitalarios y una buena parte de su personal médico tuvo que emigrar ante la escalada terrorista de los últimos años.
Para casi seis millones de musulmanes sirios, el Ramadán será recordado en otros países hacia donde fueron obligados a desplazarse debido a la guerra.
En otras naciones donde la presencia musulmana constituye mayoría o forman parte del abanico religioso nacional, también la COVID-19 ha obligado a respetar las normas de confinamiento, por lo que la conmemoración en esta oportunidad solo podrá cumplirse de forma íntima, sin aglomeraciones y —quizás— como advertencia a fieles y no practicantes, de que los rezos y las reflexiones deben constituir un llamado a preservar la vida, la convivencia humana y la solidaridad.

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