La otra agresión
10 de enero de 2014
|Cada vez que una sociedad impulsada por líderes justos, desea cambiar hacia doctrinas políticas más humanas, equitativas o equilibradas, orientadas a favorecer a los sectores sociales excluidos, los portentosos del imperio financiero e industrial utilizan todos los medios publicitarios para mentir y engañar a la ciudadanía, con el propósito de destruir al enemigo político e ideológico.
Así ocurre en América Latina, donde hoy los medios masivos al servicio del Imperio llevan directamente el bombardeo de los medios hegemónicos a los lugares comunes y cotidianos de nuestra existencia, mientras décadas atrás recurrió a las fuerzas armadas, para imponer un modelo económico y político, con el saldo de miles de muertos, torturados y desaparecidos.
Esto conlleva una seria amenaza, porque ahora los ciudadanos pueden ser manipulados mentalmente de forma más sutil y, por lo tanto, más peligrosa, como indica el estudioso Ignacio Ramonet, quien dice en La tiranía de la comunicación que la introducción de los multimedia ha supuesto una auténtica revolución en los campos informativo, comunicacional y económico.
El autor habla de la formación de un mercado donde las empresas de informática y comunicación se están fusionando, siendo Internet el más claro exponente de esta nueva red de comunicación mundial.
Y aunque el estar bien preparado ayuda a enfrentar y no temer a la “contaminación” ideológica que ello conlleva, no debemos olvidar que la política golpista de Estados Unidos continúa invariable.
HAY QUE LLOVER SOBRE LO MOJADO.
Durante la Guerra Fría las potencias occidentales presentaron al comunismo como amenaza (para el capitalismo), lo que, como señalamos antes, facilitó en Latinoamérica la oleada de desestabilizaciones, golpes de Estado y dictaduras inducidas por Estados Unidos.
En la década de los 80’s el riesgo para el sistema capitalista estaba mermando en el continente, a lo que se sumaba el proceso de deterioro de la Unión Soviética, acelerado por EE.UU. con la amplificación de la corrupción interna y la brutal carrera armamentista, todo ello financiado por la mayoría de los países occidentales mediante el dólar, como moneda de transacción internacional.
Las dictaduras latinoamericanas, desprestigiadas por su secuela de represión y desapariciones, comenzaron a ser inservibles para los intereses de Estados Unidos, donde nació el “Proyecto Democracia”, cuyo objetivo fue promover una oleada de “democracias” tales que, sus dirigencias se identificaran con los valores estadounidenses y garantizaran el poder a las élites, no a los pueblos.
En los 90’s el colapso de la URSS y su entrada al capitalismo marcó un “disparador” para la irrupción del liberalismo económico adaptado para las seudodemocracias de América Latina, según la matriz ideológica ideada y exportada desde los centros norteamericano y europeo (con la consabida apertura de mercados internos, desregulación económico-financiera, privatizaciones, el papel del Estado restringido a facilitar la acción de los mercados, la mercantilización de la salud y educación pública, y el Libre Comercio, entre otros).
SAQUEO SIMÉTRICO
Una década fue suficiente para aumentar dramáticamente la asimetría en la distribución de la riqueza de la población, con una enorme concentración de capital en pocas manos locales y un drenaje con características de saqueo por las multinacionales, banqueros y financistas de EE.UU. y Europa occidental.
Hacia fines de los 90’s, comenzaron a producirse en los países de América Latina las primeras reacciones contra la brutal exacción de todo tipo de sus recursos, surgiendo gobiernos denominados progresistas en lo político, pero que en distinta medida conservaron en lo económico-financiero aspectos de la doctrina liberal.
Sin embargo, aquellos países democráticos que buscan una mayor autodeterminación, defendiendo sus intereses nacionales, son presentados por los funcionarios estadounidenses y los operadores de sus redes mediáticas como una “seria amenaza para la seguridad y estabilidad de la región” y etiquetados como “populismos antidemocráticos”.
Por ello el escritor Eduardo Galeano afirma que “ya no se necesita que los fines justifiquen a los medios. Ahora los medios de comunicación justifican los fines”; y el politólogo Aram Ahoronian apunta que los medios de comunicación similares a los cárteles mafiosos atacan como partido político y se defienden con la muletilla de la libertad de prensa, cuando solo reivindican la impunidad de sus empresas y los intereses imperialistas.
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