La OTAN provoca, Moscú se blinda
2 de febrero de 2022
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La génesis del actual entusiasmo bélico de Estados Unidos y la OTAN habrá que buscarla en el hecho real de que ambos entes hacen de la guerra su verdadera esencia existencial. El sistema imperialista necesita las armas, para hacer guerras e invasiones, y como mercancía letal para exportarlas por doquier y obtener jugosas ganancias. La Alianza Atlántica se encarga de la realización y expansión de esa política guerrerista.
Esa es la filosofía del Complejo Militar Industrial estadounidense, desde el momento mismo de su fundación en 1961, cuando el entonces presidente Dwight D. Eisenhower, habló al país sobre lo que llamó «novedoso» concepto, conformado por las Fuerzas Armadas y los fabricantes de armas.
Si analizamos el comportamiento actual de esa política, tanto en relación con Rusia, China, Irán, Siria y otros escenarios de la geografía mundial, nos damos cuenta de lo real que resulta la apreciación de que Estados Unidos necesita de las guerras, aunque en ellas mueran o resulten mutilados millones de seres humanos y la destrucción material implique hambre y miseria.
Por eso, cuando se suponía que la llamada «Guerra Fría» había llegado al ocaso con el derrumbe del campo socialista europeo y la desintegración de la Unión Soviética, nuevas contiendas aparecieron, siempre a iniciativas de Estados Unidos, para apropiarse de grandes recursos energéticos y otros, principalmente en regiones como el Oriente Medio, poseedores de los mismos.
A su vez, se ha producido el desarrollo y proliferación de armas nucleares, además de crear un ambiente de hostilidad y odio con la pretensión de la verdad única —la de los gobernantes estadounidenses— y el sistema imperialista de explotación y monopolios.
Por supuesto, Washington olvidó que hay pueblos y gobiernos que son muros de contención para enfrentar al arrogante imperio.
Rusia, China, Irán, la República Popular Democrática de Corea, así como otros países de libres e independientes del planeta, han dicho «stop» y no vacilan en defender sus territorios y los sistemas que construyen para el bien de sus pueblos.
Hoy existe una OTAN que debió desaparecer cuando flaqueó la conciencia y la resistencia de algunos líderes de aquellos estados llamados socialistas que optaron por creer en las promesas estadounidenses, y desmantelaron el Pacto de Varsovia, organización homologa de la Alianza Atlántica, esa que hoy está mucho más desarrollada y agresiva.
Ahora la OTAN insiste en fomentar una política de confrontación y usa a Ucrania y a otras naciones del este europeo, con ese objetivo. Rusia, fronteriza de esos países, es el blanco al que se apunta, sin que los instigadores tengan en cuenta la verdadera dimensión y pérdidas humanas y materiales —en aquella y otras zonas—, si se produce una guerra como la que azuza Washington.
Las autoridades rusas se muestran firmes y convencidas de no comenzar las acciones militares, pero a la vez no temer a ellas si el enemigo cruza las líneas rojas de las fronteras con Ucrania.
Con su política, ha dado muestras a diario de su convencimiento a no dejarse llevar por los tambores de la guerra llegados de Occidente, pero mantiene a sus fuerzas armadas en pleno estado de preparación para si se produce una agresión.
Este fin de semana, según reportes de Sputnik, un nuevo grupo del sistema antiaéreo S-400 entró en servicio operacional a las afueras de Moscú, que vigilará el cielo moscovita y la región industrial central de Rusia, según comunicó el Ministerio de Defensa de esa nación.
El sistema antiaéreo S-400 Triumf —SA-21 Growler, según la clasificación de la OTAN— tiene un alcance de hasta 400 kilómetros y puede destruir blancos a alturas de hasta 30 kilómetros. Es capaz de abatir aparatos aéreos de tecnología furtiva, misiles de crucero, proyectiles balísticos tácticos y táctico-operativos. Pertenece a la generación 4+ y es el doble de eficaz que sus antecesores, señala el despacho del propio medio ruso.
De esta manera Moscú se blinda ante las provocaciones de la OTAN y Estados Unidos.
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