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La ONU y el anfitrión

27 de septiembre de 2014

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Cada año, con mayor fuerza y en mayor cantidad, los jefes de Estado o sus representantes que acuden a la Asamblea General de las Naciones Unidas, levantan voces exigiendo el cambio de política de Estados Unidos hacia Cuba y también pidiendo que cese el monopolio de un Consejo de Seguridad, donde el derecho al veto se usa como muro de contención lo mismo para desestimar pronunciamientos y resoluciones que no coincidan con los intereses de Washington, o, como el caso del bloqueo norteamericano contra nuestro país, donde la administración de la nación anfitriona de la ONU, hace caso omiso al reclamo universal para que se ponga fin a esa política genocida.

La Asamblea General debiera ser el verdadero gobierno universal, no sometido a privilegios de unos pocos y a designios políticos de los gobernantes del país sede.

Recuerdo, no hace muchos años cuando incluso se levantaron voces que pedían el cambio de sede de la ONU, algo que será imposible mientras exista el poder hegemónico de Estados Unidos, que actúa por encima o sin contar con la organización mundial y tiene su mano bien engrasada a la hora de vetar cualquier resolución no acorde con el pensamiento imperial del gobierno norteamericano.

Este año, los discursos de Obama en el segmento relacionado con el cambio climático, la lucha contra la enfermedad del ébola y otros aspectos generales dieron paso a las intervenciones de más de 120 jefes de Estado y Gobierno —no oídos por el mandatario anfitrión quien ya había abandonado la sala.

La administración estadounidense centró sus intervenciones y focos de interés en la lucha contra el grupo terrorista Estado Islámico de Irak (EI), tarea a la que el Pentágono dedica miles de millones de dólares aportados por los contribuyentes norteamericanos para lanzar bombas y cohetes desde el mar y el aire, mientras Obama reclama un “esfuerzo universal”, donde sean los demás países los que envíen hombres, militares o mercenarios, que intervengan por tierra en esta batalla que nunca se ganará bombardeando desde el mar o el aire.

Tanto el Presidente como la secretaria de Estado adjunta para América Latina, Roberta Jacobson, esta última en una conferencia de prensa, dedicaron gran parte de sus declaraciones a “pedir colaboración de todos los países” para combatir el EI.

Latinoamérica tiene un rol que desempeñar en la coalición contra los yihadistas, dijo a los periodistas la funcionaria.

Un ejemplo de la poca importancia que le da la administración Obama al tema latinoamericano es que el mandatario no sostuvo ningún encuentro con los gobernantes o representantes de la región asistentes a la Asamblea General de la ONU.

Un tema latinoamericano, tratado en todas las reuniones de organismos internacionales y regionales y que también levantó voces en la actual asamblea de Naciones Unidas, es el relacionado con la asistencia de Cuba a la Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá en el 2015.

Al respecto la señora Jacobson dijo a los periodistas que Estados Unidos no ha cambiado de opinión respecto a Cuba; es decir que seguirá opuesto a la asistencia de la nación antillana a esa Cumbre, como se mantiene en su obstinada ejecución del bloqueo económico y financiero y en otros aspectos que, aunque constituyen un reclamo universal para que Washington cambie esa política, la prepotencia y arrogancia imperial de Obama y sus antecesores, la hacen inalterable.

“Creemos que el proceso de las Cumbres está comprometido con la gobernanza democrática, y creemos que los Gobiernos que estén sentados a la mesa tienen que estar comprometidos con los principios de la cumbre. Y nuestra posición sobre Cuba es que en este momento no vemos que cumplan esos principios”, indicó Jacobson, quien debiera recordar que su gobierno no tiene ninguna moral para hablar de democracia.

En fin, Washington y sus dirigentes, no han cambiado y al parecer no van a cambiar su aberrante política hacia Cuba, como tampoco van a renunciar a su objetivo principal de imponer al mundo un dominio unipolar bajo sus preceptos… guerreristas y antidemocráticos, por demás.

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