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La máxima expresión del neoliberalismo

9 de agosto de 2019

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Parece una inconsecuencia decir que Donald Trump es la máxima expresión del neoliberalismo, cuando en apariencia niega algunos de sus preceptos y se presenta con una narrativa obrerista y proteccionista, pero que, en realidad, es profundamente hostil hacia el mundo del trabajo a costa de una clara preferencia a su mundo, el del capital.
Ahora ha emprendido una guerra comercial contra China, en la que esgrime pretextos de supuesta protección al golpeado trabajador norteamericano, pero ello no le ha hecho abandonar políticas comerciales que continúan la dinámica de la globalización neoliberal, realizada no a base de tratados de libre comercio que incluyen varios países, sino a través de bilaterales que permitan a EE.UU., tener mayor control de sus términos.
De ahí que, aunque no se muestre claramente, Trump representa la máxima expresión del neoliberalismo con una enorme capacidad de dañar el bienestar de las clases populares del mundo, incluyendo las de Estados Unidos.
Para el investigador, economista y profesor español Vicent Navarro, estas clases populares son las primeras víctimas del capitalismo sin guantes, “con una concepción darwiniana caracterizada por su enorme insensibilidad social y carente de solidaridad, con un canto a la acumulación de capital sin freno, sin límites en su comportamiento para así alcanzarlo”
Ello hace recordar a la a veces olvidada heroína alemana, Rosa Luxemburgo, quien señaló que las alternativas entre las que la humanidad debería escoger, serían el barbarismo (al cual la evolución del capitalismo podría llevar) o el socialismo. El neoliberalismo y su máxima expresión nos están llevando claramente a la primera de esas alternativas.

 

FASCISTA “INCULTO”

Trump tiene características de la ideología fascista, tales como un nacionalismo extremo basado en un sentido de superioridad de raza y de género (un machismo muy acentuado), con un canto a la fuerza y a la intervención militar, con una concepción no solo autoritaria, sino también totalitaria del poder, deseoso de controlar los mayores medios de información y reproducción de valores (desde la prensa y la televisión, hasta al mundo universitario), profundamente antidemocrático, presentándose como el salvador de las víctimas del sistema político corrupto.
Pero, al revés de los “héroes” fascistas que crearon un movimiento y partido, Trump fue concebido por un movimiento popular antiestablishment, está contra el Estado al que sólo instrumenta para sacar provecho propio y del mundo del capital, y asume una postura neoliberal extrema.
Henry Wallace, el vicepresidente progresista del presidente Roosevelt, alertó de la posibilidad que surgiera un fascismo americano, con características propias, que en defensa del ciudadano común se convertiría en el máximo exponente de los intereses del mundo del capital, el cual es siempre proclive a movimientos autoritarios y totalitarios, intentando establecer un orden altamente represivo que impida el surgimiento de movimientos que amenacen las estructuras de poder. Trump es un ejemplo de ello.
De ahí el grave peligro que representa, y más en este momento en el que se prepara para ser reelegido, aprovechando, como en la anterior ocasión, las divergencias, falta de tacto y exceso de confianza de sus oponentes.
Asumen que la falta de popularidad de Trump forzará un cambio, incluyendo su posible impeachment, ignorando que lo que determina la victoria de un candidato no es su popularidad en el país, sino el nivel de apoyo que consigue entre el electorado que lo vota en relación con otras alternativas.
Y lo que está ocurriendo es que, mientras la popularidad general del presidente Trump está descendiendo (nunca fue muy popular), la que tiene entre sus votantes (racistas, supremacistas, todos los de la raza blanca), que sí acuden a las urnas,es extraordinariamente alta.
En contraste con lo que ocurre en el Partido Demócrata, la lealtad del votante a Trump es elevadísima. Es visto, por sus bases electorales, como el antipolítico, sujeto a una gran hostilidad por los mayores medios de información, a los cuales sus votantes detestan.
Feo panorama frente al cual no se percibe una verdadera unidad para lograr la necesaria reversión.

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