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La matriz de la injerencia

5 de marzo de 2021

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Con un amargo sabor injerencista y una política fracasada y cruel, continúan Estados Unidos, la Unión Europea, el llamado Grupo de Lima y también la desprestigiada OEA, asumiendo posiciones contrarias al diálogo político auspiciado por el gobierno venezolano y sectores opositores, y apoyado por la mayoría de la población.
Los últimos pasos, lejos de contribuir a la paz, la reconciliación y el respeto a un país soberano, se apartan de toda norma internacional.
Un ejemplo de la continuidad de esa política de intromisión en los asuntos internos de un estado, fue la más reciente decisión del nuevo gobierno de Washington, de extender por un año la emergencia nacional declarada por Estados Unidos referente a la República Bolivariana.
El argumento no podría ser menos creíble: «La situación en Venezuela continúa representando una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos, por lo que he determinado que es necesario continuar con la emergencia nacional declarada en el Decreto Ejecutivo 13692 con respecto a la situación en Venezuela», señaló el presidente en un comunicado difundido por la Casa Blanca.
Otro ejemplo de la prolongación del empleo de una política opuesta a la soberanía venezolana, está contenida en el diálogo telefónico sostenido entre el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken y el farsante autoproclamado presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, donde Washington se comprometió a «promover una transición democrática y pacífica» en esa nación, ignorando que allí existe un gobierno y un presidente elegidos democráticamente por la mayoría del pueblo y reconocidos por gran parte de la comunidad internacional.
El documento dado a conocer por la Casa Blanca, incluye el compromiso de la administración actual, de «trabajar con los aliados de ideas afines, incluidos la Unión Europea, el Grupo de Lima y la OEA».
Resulta inaudito que se asuman estas posiciones en franco desafío a las reglas internacionales del respeto mutuo, y ni Washington ni la UE, muestren, al menos, interés alguno en el proceso de diálogo que se realiza en Caracas, y se usen las sanciones económicas cuando más solidaridad se hace necesaria en medio de una asfixiante pandemia y del cerco económico y financiero que incluye la confiscación de millonarias cifras de dinero venezolano en bancos estadounidenses y europeos.
Sería oportuno que, tanto la nueva administración de Estados Unidos, como algunos gobiernos de la Unión Europea, unan sus esfuerzos para, en lo político, ayudar a la consecución del actual diálogo gobierno-oposición, y en lo económico retirar las arbitrarias sanciones y devolver a Caracas los recursos que le pertenecen al pueblo bolivariano.

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