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La Gran Mentira, recuerdos

21 de agosto de 2020

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Quien no hace mucho haya visitado a Beijing, la capital china, habrá observado que se mantiene espléndida, va retrocediendo el smog, sus habitantes mantienen una buena sintonía con el cambio climático y vuelven a tomar precauciones para evitar el regreso de la epidemia del nuevo coronavirus, contra lacual el gigante asiático prepara para noviembre una vacuna, tal como ha hecho ya Rusia e igual trabaja Cuba para ponerla a punto en febrero venidero.
Este virus es denominado chino por el presidente Donald Trump, quien trata de echar la culpa a la República Popular de una pandemia iniciada presuntamente por una ciudadana de Wuhan que regresó a su país procedente del propio Estados Unidos, convertido por descuido, negligencia, apatíay desidia del mandatario en centro mundial de la pandemia.
Así, echándole siempre la culpa a China, EE.UU. trata de resolver sus problemas, todo lo cual forma parte de una cadena de calumnias para denigrar a la nación que hoy constituye la segunda economía mundial, y que hace 31 años tuvo su epicentro en la amplia plaza capitalina de Tian An Men.
Plaza amplia, que acoge al Gran Palacio del Pueblo, visitada constantemente por afables familias de todo el país, que conocen realmente lo que sucedió allí hace 31 años y no pueden ser víctimas de una de las calumnias más infame levantada por los medios de desinformación del imperialismo norteamericano.
Como siempre, agentes occidentales trabajaron con estudiantes universitarios en la organización de manifestaciones antigubernamentales en las inmediaciones de la plaza, y en una de las cuales fue tomada una foto de un estudiante que se enfrentó a los tanques que acudieron a poner orden, vista que la propaganda antichina utilizó profusamente.
Además de que no existió masacre alguna, las principales víctimas fueron soldados que viajaban en un camión atacado con botellas incendiarias, al igual que hicieron los elementos fascistas que asesinaron a policías desarmados en Kiev, como parte de la conspiración que derrocó años después al gobierno ucraniano, complot en el que Estados Unidos gastó más de 5 000 millones de dólares en su ejecución.

 

PRUEBAS

 
Para que se estime cómo funciona la propaganda manejada por el imperialismo, y que hay todo un invento acerca de la masacre, tenga en cuenta que el gobierno de EE.UU. dijo en repetidas ocasiones al público norteamericano que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva, que envió al secretario de Estado, Colin Powell, a mentirle a la ONU sobre éstas y que después el propio Powell manifestó públicamente su vergüenza por dejarse utilizar de manera sórdida.
Los medios de comunicación impresos y de televisión se hicieron eco sin fin de las mentiras del régimen de Bush, que utilizó a la periodista Judith Miller, del supuestamente objetivo “The New York Times”, para montar con falsos informes la trama que condujo a la agresión y ocupación del territorio iraquí, donde porlo menos murieron más de un millón de civiles.
Recordemostambién, que los medios de comunicación al servicio del gobierno norteamericano mintieron sobre Irán y su supuesta posesión de armas, el uso por Bashar al Assad de las armas químicas en Siria; las falsedades acerca del asesinado presidente de Libia, Muammar el Gaddafi y las que ya habían utilizado en los mencionados acontecimientos en Ucrania. Tras lo cual, sí ocurrieron masacres de civiles en el este y el sur de Ucrania por el anterior régimen reaccionario del gobierno de Kiev, pero nunca hubo protesta de Washington o de las capitales europeas.
Me he detenido en esto último porque el modelo utilizado en el exitoso golpe de Estado de Ucrania había sido intentado en China.
Los estudiantes en la Plaza Tian An Men fueron la parte de relaciones públicas del plan, pero había elementos armados, como en Ucrania, cuya finalidad era introducir la violencia. Sólo que los chinos no cayeron en la trampa. El gobierno dispersó a los estudiantes de manera pacífica, pero dejó componentes armados en otros lugares.
Mientras, “The Christian Science Monitor” informó en el 2004 que la nada objetiva y pronorteamericana “Human Rights Watch” decidió no publicar en 1989 su propio informe de 52 páginas de testigos oculares, porque estos confirmaronla parte china de la historia.

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