La Europa necesaria
27 de marzo de 2017
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Se dice que con la declaración que hizo hace unos días en Roma, los dirigentes de los 27 países integrantes de la Unión Europea decidieron el futuro de la agrupación, tras la salida de Gran Bretaña y a 60 años de su fundación.
Pero haces décadas, sin ser los mejores ni mucho menos, quizás “menos malos”, Europa, la occidental, claro, trató de ejercer atisbos de justicia, solidaridad y algo de política de paz, además de tener alguna independencia de los caprichos hegemónicos de Estados Unidos.
Pero uno a uno, cada país fue cayendo en el vórtice de ese huracán que llaman egoísmo, del sálvese quien pueda y, sin perder el cinchete norteamericano, de su establishment militar e industrial, comenzó a patinar en la órbita que le indicaba la denominada troika financiera, integrada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y los bancos alemanes.
Es decir, que, de una forma u otra Alemania ejerció su papel de locomotora europea y llevó a muchos países por su rumbo, con atraso, claro, presionando y ayudando, pero castigando a quienes consideraba díscolo, como fue Grecia.
El asunto era que ya no había líderes que sustentaran cierta honestidad, sin reparos en su condición ideológica de socialdemócrata o de derecha. Por ejemplo, estando con algunos colegas en Madrid, sin posible ayuda inmediata para seguir viaje, trabajadores del aeropuerto internacional de esa capital española, acudieronen nuestra ayuda para facilitarnos por lo menos la estadía, la comunicación con la embajada, y poder proseguir viaje.
Recuerdo que todos los que conversé, menos uno, eran miembros del socialdemócrata Partido Socialista Obrero Español, pero todos iban a votar por el semidesconocido entonces José María Aznar, del derechista Partido Popular, en castigo a los 13 años consecutivos de mala gobernanza del que llamaban “Felipón” –Felipe González–.
Tales “castigos” se han ido repitiendo en otras naciones europeas, y hoy hace avanzar a la ultraderecha en Francia, Italia y Alemania, con avances considerables en Austria y Holanda.
Al castigo a quienes no cumplan con los mandatos neoliberales de latroika,se sumaron las políticas errónea de acatamiento a Estados Unidos, con las que se quiso castigar a Rusia, y la europeísta contra Turquía, en la que afloraron el egocentrismo, la xenofobia y el racismo, todo envuelto en el fracasado acápite migratorio.
Porque a las guerras del imperialismo, esa UE, sea como integrante de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte o como ente manipulado por intereses monopólicos, se sucedieron olas de millones de emigrantes que huían de las conflagraciones, el hambre y la muerte, tratando de encontrar un nada seguro refugio enla Europa que los desprecia.
No es aplaudir lo que hizo Gran Bretaña ni lo que pretenden hacer otras naciones en ese sentido, sino apuntar el contexto en que se desarrolla un euroescepticismo cada vez mayor, porque encuentra recepción en los más abandonados.
Al caer en las garras de la política neoliberal, se perdió mucho de ese intento solidario de antaño, que no era la panacea, pero no era lo cruel ejercido a rajatablas contra los más necesitados.
En la reunión en Roma, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, recordó que “nuestros padres y abuelos fundaron esta Unión con una visión común: nunca más guerra”, y dijo que “esta fuerte convicción ha derrumbado muros, y el trabajo conjunto y no uno en contra de otros, nos ha hecho más fuertes”.
No mencionó, por supuesto, como Alemania fue baluarte delimperialismo en la desintegración de Yugoslavia, como los integrantes europeos de la OTANcoadyuaron a destruir Libia, Iraq, Afganistán y Siria, encendiendo la mecha de un terrorismo que se extiende y golpea a las principales ciudades del continente.
No hay quehacer mucho análisis para demostrar que no es cierto que, como afirmó, “los valores de paz, libertad, tolerancia, solidaridad y respeto a la justicia” no han cambiado desde su comienzo. “Ninguna institución o individuo está por encima de la ley”, y subrayó la necesidad de “continuar luchando día a día” por estos principios, para asegurar algo que nunca ha sido: “Nuestra democracia, nuestra diversidad y nuestra prensa libre e independiente son los pilares de la fuerza de Europa”.
Pensando y diciendo así, sin ver la realidad, se hace difícil que se llegue a una Europa necesaria a la paz, que haga valer para bien su condición de mayor bloque comercial y de libre circulación en el mundo.
Así, no se pudo impedir que Gran Bretaña la abandone desde el 29 de este marzo, que, subrayo, el euroescepticismo siga en aumento y la ultraderecha se afile los dientes ante el manjar que les ofrece la equivocada política neoliberal.
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