La estrepitosa caída de Boris
12 de julio de 2022
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No, no se trata de un príncipe ruso ni nada que se parezca. Lejos de ello, se trata esta vez de un aberrante rusofóbico que se dedicó a ganar capital político a costa de una guerra que librarían otros y otros pondrán las víctimas. Llegó así el final de Boris Johnson.
En medio de las sucias maniobras de acercamiento a la administración yanqui de Biden, que no le perdona su alianza carnal con Donald Trump, al que elogiaba constantemente, llegó al extremo de convertirse en una especie de líder europeo del conflicto ucraniano, lo que acompañó con una disparada inflación y errores en el manejo de la política económica y de la atención a servicios públicos básicos como la salud durante la pandemia.
Varios ministros renunciaron sucesivamente y el Partido Conservador, mayoritario en la Cámara de los Comunes y del cual actuaba como líder, comenzó a cuestionar seriamente su jefatura motivado por graves violaciones a la ética y la decencia públicas que, según la filosofía tradicional de esa vieja agrupación política, no pueden ser admitidas en su seno.
Los festejos organizados y tolerados en sus oficinas de 10 Downing street en los momentos en que más extendida era la pandemia de COVID-19 y mayor la cifra de fallecidos en el Reino Unido fueron detonantes ante el comportamiento extravagante de este personajillo que, al parecer, sin que ni su propio partido se diera cuenta, escaló hasta la más alta posición, a la par que Winston Churchill.
Aunque nunca lo admitirán públicamente, no es de dudar que tanto la Corona británica como la Casa Blanca respiren con alivio al ver concluido este episodio temporal de la política mundial, en que gente como Trump, Bolsonaro o el propio Boris parecieron surgir de la nada hasta la cúspide.
Si la estrepitosa caída de este príncipe sin títulos de nobleza pudiera representar algo en favor de la paz y la convivencia internacional, así como de la prosperidad de su propio pueblo, todos podríamos darnos por satisfechos.
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