La era afgana de Trump
2 de septiembre de 2019
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Cuando Barack Obama ocupó la presidencia de Estados Unidos se dijo que había lanzado una nueva era de cooperación internacional basada en escuchar y no en dar lecciones, y que todo sería discutido con sus aliados occidentales.
Pero la democracia al estilo occidental hizo que Donald Trump llegara a la presidencia de Estados Unidos y con ello volvió al revéslopreconizado por Obama en innumerables aspectos de la vida internacional, sinconsultar con nadie.
Esto se ha visto repetidamente en las cuestiones relacionadas con la estrategia para la agresión e invasión de Afganistán, comenzada hace 18 años y en lo que no se avizora un fin, porque siguen llegando tropas norteamericanas y de sus aliados y la insurgencia afgana, lejos de amilanarse, extiende su control sobre más y más regiones, hasta un 70% de la nación, donde no penetra la bota enemiga, aunque sí es objeto de genocidas bombardeos aéreos con artefactos explosivos poco o no utilizados antes.
Si en un momento Obama temió enrolarse más en la aventura afgana, Trump utilizamétodos al estilo de la era de George W, Bush, todo lo cual conlleva al sostén de una guerra que no tiene para cuando acabar.
Hace unas horas, los talibanes hicieron una exitosa incursión en la región de Kunduz, pero el mando militar estadunidense sólo afirmó que “losinsurgentes sufrieron 50 bajas”, sin reportar las propias, aunque admitieron la baja calidad de la resistencia realizada por elementos del ejército local que ha reclutado, entrenado y armado para matar a sus hermanos.
Recuerdo que el primer enviado especial de Obama a la región, Richard Holbrooke, se reunió con el jefe en aquel entonces del régimende Kabul, Hamid Karzai, y dio la impresión de que sus promesas de ayuda no eran más que una búsqueda de tiempo, un respiro para aliviar las presiones, ante un Estado Mayor Conjunto estadounidense que recomendaba “pasar” de la “construcción de la democracia” a atacar los bastiones del rebelde Talibán y de Al-Qaeda en la frontera entre Afganistán y Paquistán.
Pero con Trump todo funciona al revés, y es quien presiona, intenta cada vez más enrolar a susaliados y ni pensar en eso “de construir una democracia, y más cuando en las elecciones se registran “pucherazos”, con boletas rellenadas para el candidato del Imperio.
Además, los regímenesque han dominado Kabul y otras pocas partes del país han sido notorios por sus frecuentes condenas a muerte a todos los que considera sus adversarios, así como por una corrupción galopante, que incluye la “desaparición” de unas armas enviadas por Estados Unidos para intensificar la represión al pueblo de la nación centroasiática. Donde hay más conjunción de intereses es en el cuidado de los cultivos para la producción de drogas,
Todo en nombre de una política represiva que Estados Unidos ha respaldado plenamente, que suma simpatías al no hasta hace mucho impopular talibán y multiplica las organizaciones que, de una u otra manera, se han sumado al combate contra el agresor.
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