Kim y Moon apuestan por la paz
2 de mayo de 2019
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Incumplimientos y amenazas de los halcones que integran el gabinete del presidente norteamericano, Donald Trump, no han podido hacer desaparecer el deseo del líder norcoreano Kim Jong-un y el surcoreano, Moon Jae-In de desnuclearizar y buscar una vía pacífica para solucionar los problemas concernientes a la península de Corea.
Kim acaba de reforzar los vínculos de la República Popular Democrática de Corea con su aliado ruso, durante su reciente entrevista con el presidente Vladimir Putin en Vladivostok, empeñado en serios esfuerzos para lograr la paz mundial y anular la creciente amenaza de Estados Unidos.
Balandronada de los halcones, presiones a Seúl para que siga fiel los dictados de Washington y la política de Trump de exigir a Corea Democrática que se desarme, mientras no solo mantener, sino aumenta las sanciones a Pyongyang, no pueden arrojar resultados satisfactorios para la consecución de una península pacífica,
Kim, un joven dirigente, ha mantenido una paciencia hermética para no estallar ante las calumnias de Pompeo, Bolton y compañía, a lo que se suma la ignorancia de un presidente que en varias ocasiones ha afirmado erróneamente que Corea “solía ser parte de China”, algo que demuestra sus escasas aptitudes para abordar política internacional.
Su insistencia en hacer pagar a sus aliados el precio de la presencia norteamericana (disfrazando la presencia militar de EE.UU. de gesto altruista) despertó ampollas en Corea del Sur.
En este contexto también están palabras más recientes del presidente norteamericano, cuando afirmó haber pedido a Seúl que pague por el sistema antimisiles que Estados Unidos ha desplegado en territorio surcoreano contra Pyongyang y Beijing.
Los medios surcoreanos han acusado a Trump de debilitar sus vínculos bilaterales, al exigir mil millones de dólares a cambio del “paraguas defensivo”, aunque la Casa Blanca terminó retractándose, en otro signo de escasa fiabilidad.
“La boca de Trump sacude la alianza entre Estados Unidos y Corea”, titulaba el principal diario surcoreano, Chosun Ilbo. “Hay asuntos mucho más importantes que el dinero. Si uno de los dos países sigue reduciendo la alianza a la cuestión económica, socavará la confianza básica”, advirtió en su editorial. Por su parte, el Joong Ang Ilbo acusaba a Trump de crear “una situación caótica”. “Estados Unidos debería ser consciente del dolor y las reacciones que Seúl debe afrontar para apoyar el despliegue del THADD”. Más duro era el diario Dong-A Ilbo, que titulaba “El riesgo Trump. Necesitamos una nueva estrategia para la alianza entre EE.UU. y Corea”.
En tanto, Moon Jae-in levantaba el escozor estadounidense por su acercamiento al Norte, algo que no es nuevo en él y lo hace diferente a otros mandatarios surcoreanos.
Con un largo historial de militancia en Corea del Sur –líder estudiantil en los años 70– pagó su lucha con la cárcel durante la dictadura de Park Chung-hee –el padre de la anterior presidenta, quien fue destituida–, desempolvó una vieja estrategia: la Política Sol.
Esta fue articulada por otro anterior presidente, Kim-Dae jung, y desarrollada por su mentor político, Roh Moo-hyen: una política de acercamiento al Norte que derivó en conversaciones entre los dos estados hermanos, dos cumbres intercoreanas en Pyongyang (en junio del 2000 y octubre del 2007), iniciativas empresariales conjuntas como el desarrollo turístico del Monte Kumgang, e incluso el reencuentro de familiares separados por la Guerra de Corea. El nombre viene de El Viento y el Sol, una fábula de Esopo cuya moraleja indica que es más eficaz la persuasión que la violencia.
Pese a las aprensiones de la dirigencia estadounidense y sus acólitos en las fuerzas armadas surcoreanas, Moon ha logrado avances en el acercamiento que también desea Kim, y es porque ambos apuestan por la paz.
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