Japón en su laberinto
7 de septiembre de 2020
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Cuando estas líneas vean la luz, Shinzo Abe habrá dejado de ser Primer Ministro de Japón, aunque se afirma que su sustituto hará algo parecido a su gestión y seguirá las directrices del Partido Liberal Demócrata (PLD) que, con sólo una excepción, ha ejercido el poder en el archipiélago después de la Segunda Guerrea Mundial.
Abe, hoy con poca acepción popular, pero, sin dudas, un personaje que sí la tuvo. Y ha ocupado varias veces el cargo, ha sido señalado como implicado en presuntos casos de corrupción; el mal manejo de la epidemia del nuevo coronavirus, la inestabilidad en el cuidado de las plantas nucleares del país, no exigir responsabilidad por el derrame de más de mil toneladas de petróleo por un barco nipón accidentado en aguas de la isla Mauricio.
Pero también se le señala incapacidad para sacar a la nación de una crisis económica que cada vez parece peor, probablemente por los lazos al respecto que tiene con Japón, Estados Unidos, nación que la tiene aherrojada en un Tratado militar aparentemente para que no sea una nación con armas nucleares, pero que la implicó en la Guerra del Golfo y en otra mayor agresión a Iraq, además de servir de resguardo para fortalecer su poderío militar en la región, principalmente contra China y la República Popular Democrática de Corea.
Asimismo, se le atribuye a Abe el haber logrado un rearme nipón, que lo convierte en un ente militar más poderosos que sus vecinos, así como hacer que las denominadas Fuerzas de Autodefensa, tengan un poder ofensivo, violatorio del Artículo 9 de la Constitución preparada desde la época de la ocupación estadounidense.
Ello choca con el espíritu pacifista de la mayoría del pueblo, que no quiere que se repitan hechos como el lanzamiento injustificado de bombas atómicas por Estados Unidos el 6 y 9 de agosto de 1945 contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, respectivamente.
De todas maneras, y aunque se habla poco, en Japón ocurre lo que pasa en las naciones donde el neoliberalismo se impone, en detrimento del Estado y a favor de la propiedad privada.
Cualquier observador de la realidad japonesa podrá notar el enorme grado de desigualdad en una población donde la miseria no es mucha, pero la alienación sí lo es, provocadora de suicidios en todas las edades.
Independientemente de quien sustituya a Abe, lo cierto es que, para el bien de ese pueblo laboroso, e incluso con gobiernos con los cuales Cuba ha tenido buena amistad, a pesar de la mala cara de Estados Unidos, se debe revertir una situación en la que, desde hace años, pequeños poblados están virtualmente desolados.
Los pocos ancianos que quedan temen por su atención sanitaria y sus pensiones. No quieren ríos con paredes de hormigón, túneles y puentes que nadie necesita o costosos centros comunitarios. Lo que desean son médicos y una economía local que incite a los más jóvenes a dejar de marcharse a las grandes ciudades.
El PLD no consiguió darles seguridad a esas y otras muchas personas, perdió la noción de la realidad, fue incapaz de emprender cambios en la sociedad y muchos de sus seguidores dejaron de serlo. Pero tampoco hubo una respuesta del opositor Partido Democrático de Japón (PDJ), cuando lo sustituyó en una sola ocasión.
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