Irma, Miami y los necesitados
18 de septiembre de 2017
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Cuando el huracán Irma enrumbó hacia la Florida, en Estados Unidos, escenas de histeria se dejaban ver por los canales televisivos o se podían leer en despachos de prensa.
Recuerdo por esos días que la matriz mediática internacional se concentraba más en las personas entrando y saliendo de los supermercados, o en las grandes filas de automóviles que congestionaban carreteras y autopistas con quienes trataban de salir de Miami y otras ciudades, rumbo a sitios más seguros.
Luego, cuando ya el huracán se había convertido en tormenta y afectaba el sur de la Florida, el nivel informativo se fue centrando en algo muy común en esa sociedad: el dinero que hará falta para saldar los daños de Irma.
Se habla de hasta 200 000 millones de dólares en pérdidas. Y se dice que es la mayor tormenta que golpea Estados Unidos en los tiempos modernos. Todavía ese país no se ha repuesto de las cuantiosas pérdidas dejadas por el huracán Harvey a su paso por Texas y Luisiana y que ha costado ya unos 190 000 millones de dólares.
El presidente Donald Trump aprobó que se declarara “gran desastre” lo dejado por Irma en la Florida, donde tres días después de su paso aun quedaban 5,8 millones de personas sin electricidad.
En un despacho de BBC Mundo se contrasta la opulencia en que viven algunos en Miami y los barrios más pobres de esa ciudad donde les resulta difícil reponerse de los embates de Irma.
“No tenemos nada, no tenemos ni comida. La que tenía se dañó cuando se fue la electricidad y tuvimos que botarla”, lamenta una señora que reside en el barrio afroestadounidense de Overtown, uno de los más pobres de Miami, donde residen 9000 personas.
Una lamentable noticia que aparece media perdida en el gran boom mediático sobre lo ocurrido en esa ciudad, es el hecho de que 8 ancianos murieran en una residencia de la Florida que perdió la electricidad tras el paso de Irma.
Y, aunque estemos hablando del país más rico del mundo, datos oficiales señalan que el 21% de la población en Miami Dade vive en condiciones de pobreza; y el 75% de los niños matriculados en las escuelas públicas miamenses viven por debajo del nivel de pobreza.
El citado despacho de la BBC refiere que la población latina probablemente ha sido la segunda más afectada después de la afroestadounidense tras el paso del huracán Irma. No solo porque se enfrenta a los trastornos que deja un desastre natural, sino porque casi medio millón de hispanos tienen el añadido de ser inmigrantes indocumentados, según estimaciones del Centro de Investigación Pew.
Es doblemente lamentable que Irma —como tormenta— haya emprendido su rumbo mortífero contra el estado de la Florida. Y digo doblemente porque toda muerte de un humano, sea donde sea, es sentida. Más cuando se trata de ancianos a los que, en el país más rico del planeta, les faltó un equipo electrógeno allí donde estaban concentrados durante el paso del evento meteorológico.
Es triste también que una vez más sean los más pobres quienes paguen las más caras consecuencias de la feroz arremetida de un ciclón.
Son realidades de este mundo desigual que ni el más violento de los huracanes podría borrar para bien de las grandes mayorías.
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