Instrumento del Imperio
9 de agosto de 2022
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Derrotado en Afganistán luego de 20 años de haber emprendido injustificadamente una guerra destructiva, el imperialismo norteamericano ha aumentado las ínfulas de venganza de uno de sus principales instrumentos en la región, el Estado Islámico (EI), para tratar de hacer aún más imposible la vida al pueblo afgano bajo el mandato del vencedor Talibán.
Agentes de la inteligencia han fungido como jefes de una entidad creada, según la propaganda, para fundar un califato con los territorios de Iraq, Siria, El Líbano, Afganistán y parte de Paquistán, y para ello justificaba cualquier acto de crueldad y barbarie -como las decapitaciones masivas-, que difundían ampliamente, con el fin de desacreditar a los verdaderos musulmanes.
Así, tras la retirada de las tropas de ocupación norteamericanas, Estados Unidos facilitó que las huestes del EI ascendieran de 2 000 a 6 000 en la nación centroasiática, mientras aprovechaba el agobio de la población tras tantos años de guerra, un reciente y muy violento terremoto y una hambruna generalizada agravada por el congelamiento de los fondos del país, unos 9 000 millones de dólares en bancos del propio EE.UU. y otros países de Occidente.
Mientras China, Irán y Rusia acudían a ayudar al pueblo afgano, el EI quintuplicaba los atentados en las mezquitas, los mercados, los hospitales y las escuelas con un elevado saldo de víctimas civiles, entre ellas niños y mujeres.
La situación es desesperada, y el gobierno talibán tiene el grave defecto de la no inclusión, lo cual evita el reconocimiento diplomático, incluso de Beijing, que trata de evitar que los terroristas incursionen en países vecinos.
FÁBULA
Thomas Jocelyn describió en Long Dar Jornal cómo la hostilidad que el Estado Islámico muestra hacia el movimiento Talibán se deriva del hecho de que los talibanes basan su legitimidad en un estricta base étnica y nacionalista y no en un credo islámico universal.
En otras palabras, mientras el EI lucha por implantar un califato, el objetivo de los talibanes se limita a establecer un Estado afgano que sea gobernado por la ley islámica.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta visión. Un terrorista entrevistado por Dabi en la provincia de Chorasen, Afganistán, niega que los talibanes gobiernen bajo la ley islámica. “Más bien, ellos gobiernan por las costumbres tribales y juzgan de acuerdo con los deseos y las tradiciones de los pueblos. Tradiciones opuestas a la Shariá islámica”, explica. Asimismo, sostiene que “el movimiento talibán nacionalista solo ejerce el control sobre algunas regiones de Afganistán”.
La revista Dabi utiliza con frecuencia el adjetivo “nacionalista” para describir a los talibanes, utilizándolo como una suerte de insulto. La lista de agravios que el Estado islámico acumula contra los talibanes “nacionalistas” es larga, y la mayor parte pasa por criticar sus alianzas con los grupos que el EI aborrece, como los chiitas y la Dirección de Inteligencia Inter-Cervices, una de las tres ramas principales de las agencias de Inteligencia de Paquistán.
Pero lo anterior suena parecido a una fábula, porque desvía el origen de ese grupo terrorista que asesina a la población civil so pretexto de combatir a los talibanes, y eso no lo menciona Dabi.
EL GRAN CULPABLE
Estados Unidos, con su peso económico y militar, junto a las satrapías del Golfo Arábigo-Pérsico, han insuflado al EI, una configuración variopinta de mercenarios de varios países que operaba desde Iraq contra Siria para derrocar a Bashar al Assad y apoderarse del petróleo y la ruta del mismo hacia Europa, todo lo cual fue abajo cuando llegaron los bombarderos rusos.
Y es que Estados Unidos y Occidente necesitaban construir un enemigo a como dé lugar, algo similar a la “Guerra Fría”, para justificar que se trataba de una amenaza a su seguridad nacional –y por tanto del mundo- que debía ser derrotada, en aras de proteger a la democracia norteamericana y prooccidental.
O sea, algo cursi, manido y mentiroso, pero bien manejado por los medios al servicio del Imperio que influyen en una gran masa relativamente ignorante y manejable.
Todo es una gran componenda, porque ese Estado Islámico no es ni Estado ni profesa islamismo alguno, cuando esta religión condena los actos terroristas y, como afirman los talibanes, no utiliza a seres inocentes para actos suicidas.
Ello forma parte de la justificación para que Estados Unidos y sus aliados formaran una coalición que no hizo daño alguno al EI, hasta que Rusia intervino mediante la petición del gobierno de Damasco. Recordamos las palabras entonces del presidente ruso, Vladimir Putin: “¿Quién apoya al EI?, ¿quién le proporciona armas y capacitación?, ¿quién se beneficia del petróleo saqueado por los terroristas?, ¿quién pretende el derrocamiento del presidente Al Assad?”.
Embarrado hasta el cogote, Estados Unidos no podía responder a esas interrogantes, mientras su marioneta terrorista sigue sembrando la muerte y destrucción en una nación que Estados Unidos, como otros imperios, no pudo vencer.
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