Inmunidad neoliberal
13 de julio de 2017
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Hacer y deshacer a su antojo son palabras que utilizo corrientemente cuando escribo sobre los grandes males que controlan gran parte del planeta, tanto política como económicamente, llevando el plano social al más bajo nivel de la atención oficial.
Hoy conocemos un neoliberalismo que corroe desde posiciones aparentemente calmadas, con un lenguaje sutil, pero con resultados que no tienen nada que envidiar en los primeros instantes de su imposición.
Porque la fuerza fue la preponderante en su inicio, y los gobiernos británico de Margaret Thatcher y norteamericano de Ronald Reagan fueron los nada gloriosos instrumentos para su imposición en toda su crudeza.
En el período de la Thatcher muchas cosas se decían sin tapujos, conscientes de que su poder era tan fuerte que nada temían, por lo que no tenían que disfrazar su lenguaje. Uno de los arquitectos de su política, Alan Budd, admitía que era un objetivo muy deseado y necesario que creciera el desempleo, a fin de debilitar a la clase trabajadora y así favorecer al propietario del capital:
“Lo que hicimos, utilizando la terminología marxista, fue crear una crisis del capitalismo, recreando un gran ejército de reserva –la población desempleada–, lo que permitió ampliar beneficios a los grandes empresarios a partir de entonces”.
El español Vicenc Navarro asegura que “los actuales economistas neoliberales, así como un gran número de gurús económicos y financieros de gran visibilidad mediática, sin o con chaquetas llamativas, piensa igual, aunque lo dicen de un manera más elaborada y más sutil. Lo definen como los requerimientos de los mercados”.
Así, cualquier mensaje de los grandes entes económicos llevan el mensaje de que hay que responder a los requerimientos del mercado, lo que realmente significa que hay que hacer lo que los propietarios y los gestores de las grandes empresas y muy en especial las financieras digan lo que tiene que hacerse.
Por supuesto que no hay plena conciencia de que este lenguaje neoliberal es el que domina y que aparece en los discursos hegemónicos de los de los medios de información de mayor difusión, reproduciendo unos valores que quedan ocultos en la narrativa de esta área de conocimiento.
A veces se cae en engaño cuando se trata de tomar como hecho general que las derechas, o sea, las fuerzas conservadoras y liberales, priorizan a los mercados como los determinantes del comportamiento económico y financiero, mientras que las izquierdas enfatizan más las intervencionespúblicas del Estado para la configuración de las prioridades en los espacios financieros y económicos. Esto subrayo, no es exactamente así, porque ocultan o ignoran hechos esenciales.
Cuando esa derecha acentúa que tienen que ser los mercados los que definan las prioridades sociales, están en realidad diciendo que son los propietarios y los gestores de las grandes empresas los que tienen que tener la primera y última palabra en las decisiones que debe tomar el gobierno de cada país.
Con ello se da prioridad a reproducir la distribución de poder, basada en la propiedad y gestión del capital. Otro investigador, el norteamericano Paul Krugman apuntó que en la mayoría de los Departamentos de Economía de las Universidades de Estados Unidos se enseña es lo que “el 1% de renta superior del país desea que se haga”.
En todas las cátedras financiadas por la banca y las grandes empresas se promueve abiertamente la doctrina neoliberal, que goza de grandes cajas de resonancia ofrecidas por los medios de información, altamente dependientes de la banca para su propia supervivencia.
Cierto que a veces permiten voces críticas, a fin de presentarse como abiertos y plurales, más “democráticos”. Pero lo que prima es cumplir su misión de propagar la doctrina económica del 1%, que es la neoliberal, y hacerla inmune.
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