Incomprendido comprendido
8 de febrero de 2024
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Algunos analistas lo señalan como un émulo de Donald Trump y que con el colorado personaje en la Casablanca sería más feliz, pero dudo que lo sea si no lo tratan con respeto, como exige.
Atacado por la derecha y la izquierda, acusado de violar los derechos humanos, hoy sus críticos se sorprenden porque trata con deferencia a su par colombiano, Gustavo Petro, y nicaragüense, Daniel Ortega. quien lo llamó hermano y lo felicitó por arrasar en las recientes elecciones presidenciales, todavía sin resultados oficiales, pero imposibles de hacerlos retroceder.
Nayib Bukele toreó la Constitución que prohibía la reelección, al valerse de una decisión judicial y legislativa del 2021 para lograr una arrolladora e inobjetable mayoría electoral que no lo libra de los ataques de sus detractores, mayormente situados en el espectro de la derecha, a quienes espetó:
“Yo les pregunto a estos organismos, a estos gobiernos de naciones extranjeras, a estos periodistas, ¿por qué desean que nos maten?, ¿por qué desean ver sangre de salvadoreños?, ¿por qué no están felices de que en nuestro país ya no corre la sangre que corría antes?. ¿Por qué debemos morir nosotros y nuestros hijos para que ustedes estén contentos?, nosotros, que estamos respetando su falsa democracia que ni ustedes mismos respetan en sus propios países (…)”.
Aseveró que su país decidió tomar las riendas de su propio destino: “En estos próximos cinco años, esperen a ver lo que vamos a hacer, porque seguiremos haciendo lo imposible y seguiremos demostrándole al mundo el ejemplo de El Salvador”.
HACIENDO LO QUE PARECÍA IMPOSIBLE
Todos los gobiernos de América Latina, hayan sido de izquierda, derecha, militares o civiles, progresistas o retrógrados, han aplicado distintas recetas para enfrentar el tema de la seguridad. Unos, lo han hecho desde políticas redistribucioncitas; otros, con métodos represivos.
Pero todos han patinado, mientras que bajo la administración de Bukele, su país se convirtió de uno con los más altos índices mundiales de homicidios y donde reinaban las pandillas, a uno que bajó las cifras de asesinatos de manera rotunda y generó sensación de seguridad en su población.
Es difícil buscar donde se ubica la ideología de Bukele, pero se sabe que es pragmático, que hace lo que cree se debe hacer, no importa si lo catalogan de derechista o izquierdista.
Lo que no se puede discutir es que ha sido exitoso en la casi total eliminación de la delincuencia, lo cual le ha hecho ganar una popularidad de más del 80% de los salvadoreños, muchos de estos en la línea de la extrema pobreza -un 29%-, pero confiados en el mandatario.
Si hablamos de su procedencia política, el presidente reelecto proviene de la izquierda, ya que su padre fue un actor importante dentro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en plena guerra.
O sea, Bukele no es un improvisado, nació en la política militando en el Frente y posteriormente fue alcalde en dos oportunidades, en dos ciudades diferentes, con ese partido. Rompió con la organización cuando ésta le denegó su candidatura presidencial.
Los factores de poder en El Salvador, especialmente sus medios, han emprendido una lucha mordaz contra Bukele, pero elección tras elección éste va tomando mayor espacio, al punto que, con este resultado, reduce a minoría la participación del resto de partidos en el Poder Legislativo.
Así, se comprende mejor a Nayib Bukele, el carismático político inicialmente incomprendido que volverá a gobernar El Salvador.
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