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Ignorantes, no nos conocen

30 de septiembre de 2019

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Sin que importen las diferencias ideológicas que caracterizan a uno u otro sistema u opción de gobierno de los países, siempre habrá cosas, malas para unos y buenas para otros, criticables en uno u otro caso, pero que deben ser respetadas. De lo contrario sería inmiscuirse en los asuntos internos del otro.
Este comienzo tiene su base en el calificativo de ignorantes que le doy a Donald Trump y sus halcones. No se reconocen defecto alguno y vomitan cuanta mentira pueden contra los que no se inclinan ante los designios imperiales.
Cuba puede ser, quizás, uno de los mejores ejemplos en este caso.
Nuestro país y nuestro sistema social, de seguro tienen defectos, imperfecciones, que los primeros en reconocerlos públicamente son nuestros gobernantes. Y los primeros en hacerlo todo para erradicarlos son ellos también.
Tenemos burocracia, indisciplina social, falta de control y hasta alguno que otro ciudadano se cree libre de la responsabilidad de trabajar o estudiar —es decir de ser un vago—, de maltratar o destruir la propiedad social, y quizás muchos que no cuidan lo que se levanta con tanto esfuerzo y dedicación.
Pero todo ello es parte de la contradicción misma que caracteriza el desarrollo de la sociedad. Lo difícil, en todo caso, es educar y formar conciencia, en primer lugar, en niños y jóvenes, para que cada ciudadano sea capaz de interiorizar lo que aporta o no aporta a la sociedad y lo que recibe o no recibe de ella.
En este contexto, me parece necesario abordar un tema, muy sensible, usado últimamente como bandera enemiga para tratar de denigrar a la Revolución Cubana. Me refiero a la solidaridad, ejemplificada en cientos de miles de médicos, enfermeras y otros trabajadores de la salud que han brindado sus servicios y han salvado millones de vidas en casi 200 países.
Por supuesto, de esa gran oleada de galenos, quizás algunas decenas han desertado, desde la misión que cumplían o desde la Patria que los formó.
En estos años, donde las redes sociales muchas veces son usadas como si fueran gobiernos paralelos, se exponen al mundo lo mismo una foto que una entrevista manipulada de un médico cubano que una vez convertido en desertor y para recibir unos dólares, que se refiere a la labor realizada durante su misión como una especie de trabajo esclavo.
Seguro estoy que tal galeno o galena nunca se sintió así ni oyó tal calificativo en su vida familiar, social, como estudiante o como trabajador.
Pero hace unos dos años el presidente de Brasil, un supremacista blanco, un defensor de la dictadura que en su país asesinó a cientos de jóvenes, un ignorante que es capaz de decir ante la ONU que la Amazonía que arde —entre otras cosas por su culpa— no es el pulmón del planeta y que hay que explotarla aunque se pierda su misión mayor: la de una especie de muro de contención ante las emisiones de gases con efecto invernadero.
Cuando Bolsonaro llegó al poder en Brasil, una de sus primeras acciones fue la de denigrar a los 10 000 médicos cubanos que prestaban sus servicios solidarios en los más intrincados lugares.
No se interesó por las decenas de miles de brasileños, indígenas, campesinos, todos de los más alejados en tornos, a los que la solidaridad médica cubana les salvó sus vidas.
Los calificó de incompetentes, no les reconoció sus títulos de doctores, y los calificó de «esclavos» de la dictadura cubana.
Demasiada ofensa para una obra tan humana.
Cuba se vio obligada a traer al país a todos los médicos que así lo desearan. La inmensa mayoría regresó, con la frente en alto y la misión cumplida, y a los que quedaron en Brasil, Bolsonaro, que le había prometido villas y castillos, en muchos casos ni trabajo le han podido garantizar.
En tal circunstancia, el gobierno de Estados Unidos inventó una dispensa que permite acoger a los médicos cubanos que desertaran de sus misiones.
Algunos, por supuesto, ya permeados de indignidad y falta de ética, recogieron sus maletas y acudieron a los brazos de la nación del Norte.
Dos, tres o cuatro de ellos, aun en espera de conseguir trabajo acorde con su calificación, tratan de buscar algún dinero a través de entrevistas que brindan a medios anticubanos o simplemente a quienes han hecho de las redes sociales un abominable negocio del que se sirven, lo mismo un mercenario que un desertor.
Ignorante el imperio y fundamentalmente el emperador Donald Trump. Ignorantes y miserables quienes se empeñan, en Brasil o donde sea, en manchar la más limpia y honorable de las misiones humanas: la solidaridad ejercida a través de la medicina que salva vidas.

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