Huir, cómo y hacia dónde…
23 de noviembre de 2015
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No se trata de levantar muros y cerrar fronteras, y mucho menos estimular que sigan echándose a la mar cientos de miles de refugiados sirios y hambrientos africanos que tratan de buscar cobija y comida en Europa.
El mundo civilizado tiene la responsabilidad de buscar soluciones, también civilizadas, a esta crisis –una de las peores que vive la humanidad– y que mucho tiene que ver con dos elementos principales: las guerras impuestas a Siria y otros países del Oriente Medio; y el hambre en países africanos explotados por potencias convertidas en metrópolis primero y en expoliadoras de recursos minerales después.
Ahora los poderosos medios occidentales escriben mucho sobre la crisis de los refugiados. Como si este fenómeno no se viera venir ante tantas guerras y tanta hambre que caracteriza a esos escenarios, desde donde provienen la gran mayoría de los que se echan al mar Mediterráneo tratando de llegar a países del Viejo Continente.
Según la Organización Internacional para Migraciones (OIM), solo en los cuatro primeros meses de 2015 fueron 25 700 los llegados a Europa desde Siria y otros estados como Eritrea, Somalia, Gambia, Senegal y Sudán.
La propia OIM reporta 3 279 fallecidos en el 2014 y más de 30 000 en lo que va del 2015.
Despachos de prensa de BBC Mundo, IPS y otros medios, describen el panorama de Siria con un saldo de más de 7 millones de desplazados internos, 4 millones de refugiados en los países vecinos, más de 310 000 muertos y generaciones destruidas, que ven cómo su sueño de estudiar y vivir en un país en paz va quedando poco a poco en el olvido.
Europa, inmersa en una profunda crisis sistémica, se ve atrapada ahora con un elemento nuevo que presiona tanto el mercado laboral como la convivencia entre países, donde 124.5 millones de personas, un 24,8% de la población, están sumergidas en la pobreza y, además, crece la brecha con los ricos.
Los gobiernos dominantes en esa región han apostado por medidas de austeridad equivocadas que han desmantelado el llamado Estado de Bienestar y con ello agudizada la distancia entre los más ricos y el resto de la población.
Un reciente despacho de la agencia italiana IPS señala que Europa está sumida en una crisis de refugiados y no es difícil darse cuenta de que no sabe cómo responder. Hasta mediados de octubre, más de 600 000 personas habían llegado a ese continente este año vía marítima.
Además, asegura que la respuesta de las autoridades ha sido inadecuada: desde disputas en el seno de la UE hasta posiciones muy conservadoras como la del primer ministro de Hungría, Viktor Orban, sobre que su país está obligado a defender sus fronteras de los “migrantes”.
Tras las poco alentadoras declaraciones de legisladores británicos de que los refugiados no debían dirigirse a Londres porque sus calles “no estaban pavimentadas con oro”, aceptar cierto número de personas es un avance, pero aún así una respuesta “lamentablemente pequeña”, como opinó la parlamentaria del Partido Verde, Caroline Lucas.
Este panorama nada claro es el que se encuentran los millones de seres humanos que huyen hoy de las guerras y el hambre y que se encuentran o con la muerte en medio de las turbulencias del Mar Mediterráneo, o con la incierta y nada amigable existencia de muros fronterizos o de la discriminación que todavía hoy lastra esas tierras civilizadas.
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