¿Huele a petróleo en Sudán del Sur?
1 de enero de 2014
|Entre los países que llegan al advenimiento del nuevo año 2014 en medio de la violencia y la guerra y de sus nefastas consecuencias en desplazados y refugiados, añadidos a las víctimas mortales del conflicto, se encuentra la joven república africana de Sudán del Sur, país hasta ahora en extrema pobreza y subdesarrollo pero paradójicamente poseedor de ricos y ambicionados yacimientos de petróleo que pudieran servirle para su desarrollo o su desgracia.
Llegada al seno de Naciones Unidas como el más reciente estado independiente incorporado a esa comunidad de naciones en 2011, tras un largo conflicto armado con su vecina Sudán al norte durante decenas de años, los más optimistas confiaban en que el estado recién surgido pudiera conservar su estabilidad y sobrellevar las acechanzas que desde entonces se vislumbraban a consecuencia de factores internos y externos que, -evidentemente,- ponían en peligro el logro de una paz duradera que pudiera acompañar, desde sus inicios, los incipientes logros sociales y económicos que la nueva nación necesita desesperadamente.
Según observadores de la realidad africana y de los países que la integran, no es muy diferente la situación que enfrenta hoy Sudán del Sur a la que atraviesan otros países de África que en estos momentos viven crisis en cierta medida semejantes, pues en definitiva, son consecuencias de diferencias tribales, presiones externas, ambiciones políticas, pobreza e ignorancia. Todo mezclado, como consecuencia del pasado colonial y el presente neocolonial del que África en su conjunto no ha logrado liberarse totalmente.
En el caso de Sudán del Sur, aunque datan de más de dos décadas los problemas internos dentro del Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (MLPS), -desde que era dirigido por el fallecido John Darang,- son muchos quienes los atribuyen a las diferencias tribales entre “dinkas” y “nuer”, las dos principales etnias del país, mientras otros estudiosos no dejan de señalar que es la riqueza petrolera lo que está realmente en el centro de la sangrienta disputa y a ella no son ajenas los intereses de potencias y transnacionales del oro negro, siempre en su afán de saqueo y rapiña.
Todo indica que la pugna gubernamental se agudizó en julio pasado, cuando el presidente Salva Kiir destituyó a su vice, Riek Machar, acusándolo de conspiración e intentar derrocarlo, resurgiendo desde entonces viejas diferencias que marcaron la trayectoria del MLPS desde su fundación, al punto de que Machar y los suyos permanecieron entre 1991 y 2002 al margen de la organización original.
Gobiernos vecinos como los de Etiopía y Kenya intentan una mediación mientras Uganda envió soldados a Juba, la capital, un gesto interpretado como apoyo al presidente Kiir y el secretario general de la ONU, en este caso, llama a la negociación mediante el Consejo de Seguridad.
De una forma u otra, los conflictos armados se han multiplicado en el continente africano y ya son varias las naciones estremecidas por enfrentamientos sangrientos que no solo causan miles de víctimas inocentes, sino desvían a esas naciones de sus objetivos de desarrollo, que son los únicos que pudieran verdaderamente redimirlos y llevar a sus pueblos a niveles aceptables de vida y de progreso.
La mano encubierta del neocolonialismo se mueve incesante por África. No es de extrañar que huela a petróleo en Sudán del Sur.
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