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Histeria antirrusa

17 de abril de 2017

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El tema recurrente en este y otros recientes comentarios concierne a la política agresiva contra Rusia que, encabezada por Estados Unidos, abarca también a los círculos más guerreristas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y “embarra”, por así decirlo, a regímenes genuflexos y grupos de oposición de diversos continentes, incluido el nuestro.

Algunos analistas señalan que la tensión yanki-rusa sube o baja según el ciclo electoral de la mayor falsa democracia del mundo, Estados Unidos, pero lo cierto es que esto no se cumple en el más reciente proceso norteamericano.

Con todo y su novedoso estilo de pelea contra sus oponentes republicanos primero y la demócrata Hillary Clinton, Donald Trump llamó la atención por su proyecto de limar asperezas con Rusia y cualquier fuerza contraria en el exterior, incluso China, a la que sí denostó con fuertes epítetos, acusándola de quebrar la economía norteamericana.

El polémico empresario norteamericano aseguró que el presidente ruso era mejor presidente que su homólogo estadounidense, Barack Obama, y defendió la estrategia y campaña militar rusa contra los terroristas que operan en Siria.

Criticó las guerras emprendidas por Estados Unidos, tanto por Obama, como por otros mandatarios republicanos, apuntando que se debían haber ocupado de la economía interna, no haber dejado escapar fábricas al exterior ysumar en el desempleo y la miseria a millones de obreros industriales, quienes, precisamente, contribuyeron luego a su victoria en estados que otorgaban numerosos votos electorales.

Pero del dicho al hechohay mucho trecho, y a las acusaciones de que Rusia había conspirado para ayudarlo a ganar, cuestión, por supuesto, que nunca sucedió, su llegada a la presidencia marcó un hito de asperezas contra la dirección rusa, y en pocas semanas puso al mundo al borde del caos.

El ataque misilístico que destruyóuna base militar siria, el lanzamiento de la bomba no nuclear más poderosa de su arsenal contra Afganistán, el envío de una poderosa fuerza naval a las costas cercanas a la República Popular Democrática de Corea –que posee armas atómicas- y el permiso para la continuación y modernización del armamento antimisil que mantiene en países limítrofes con Rusia y en el centro de Europa, marcaron una pauta tan agresiva que China se vio obligada a pedir contención a Washington y Moscú, y no descartó una agresión norteamericana al Norte de Corea.

Tampoco ayudó mucho la entrevista que sostuvieron los secretarios de Relacione Exteriores de ambas naciones en Moscú, antecedidas por declaraciones del portavoz del Departamento de Estado de que Rusia tendría sensibles pérdidas en Siria, a lo cual Moscú recordó el amplio radio de acción de los efectivos sistemas S-300 y S-400.

Rusia ha declarado y subrayado que no atacará a los países miembrosde la OTAN ni iniciará una confrontación nuclear. Pero a los halcones de la guerra estadounidenses les importa un bledo.

Aprovechando las distancias geográficas, lo que los estrategas militares norteamericanos quieren es una guerra en el campo de batalla europeo, lejos de casa, y pelear a la distancia con misiles balísticos intercontinentales. Quizá aún estén algunos generales confiados en su supuesta “superioridad” sobre las fuerzas armadas rusas.

No sé si en este juego con fuego, el presidente Donald Trump esté completamente de acuerdo con diversos elementos que están incrustados en el verdadero poder militar-industrial de su nación, quienes no echan a un lado, sino que desean peligrosamente una guerra nuclear con Rusia.

Algo de locos, por supuesto, pero nada descartable, porque ello ha tomado fuerza desde que elementos nazis resultaron una baza importante en el complot incoado por Estados Unidos para derrocar al gobierno de Ucrania e instituir un poder gubernamental que obligó a la creación de repúblicas autónomas de habla rusa en el este del país y la posterior incorporación de Crimea a la Federación Rusa, por decisión enormemente mayoritaria del pueblo de esa península.

Que el enorme peligro de una guerra nuclear suceda es cada vez mayor, por lo que no se puede desdeñar acción alguna para evitarla.

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