Hay espacio para todos
15 de junio de 2017
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Por estos días, la Unión Europea estudia sanciones a la República Checa, Polonia y Rumania, por no aceptar cuotas de inmigración fijadas como compromiso común ante la oleada de personas que huyen de países en guerra o de la hambruna, cuyos antecedentes podemos encontrarlos en las mismas actuaciones históricas de los países colonizadores europeos y de las más actuales guerras de agresión desatadas por el imperialismo norteamericano y sus acólitos.
Hungría, Alemania, Austria y otras naciones del viejo continente han estado en esa situación en mayor o menor medida, y, al otro lado del Atlántico, Estados Unidos encabeza la expulsión de seres que han estado contribuyendo a forjar las riquezas internas y ayudado con sus remeses a familiares de los países del Sur.
Cierto, cada nación, cada gobierno, tiene el derecho de aceptar o no a emigrantes, aunque el espíritu humanitario y de hermandad debían hacer prevalecer la aceptación.
Incluso, una institución nada dada a hacer caridad por los pueblos, el Banco Mundial (BM), destaca que los más de 200 millones de migrantes –232 millones– que hay en el mundo son una fuerza positiva, no constituyen realmente una carga ni amenaza para las naciones que los acogen, además de enviar multimillonarias remesas a sus hogares. La última cifra de la que dispongo es del 2014, y ascendió a más de 500 000 millones de dólares.
Pero prosigue el creciente sentimiento contra los emigrantes en el mundo, que enfrentan el desafío de ser considerados una amenaza a la soberanía, la identidad nacional, la cultura del país donde residen y, por supuesto, de ser un potencial agente terrorista, por culpa de la propaganda reaccionaria montada al efecto.
Existe la percepción de que los extranjeros llegan a los países, se quedan con los trabajos, y cambian la apariencia nacional, y ello coadyuva cada año a la expulsión de centenares de miles de ellos, principalmente de Arabia Saudita y Estados Unidos
El indio Dilip Ratha, director de Remesas y Migración, expresó que los migrantes , además de obtener ingresos superiores a los dos billones de dólares, ahorran una quinta parte de estos, y contribuyen a sus países de destino, ofreciendo mano de obra, conocimiento, inversiones, ideas, pagando impuestos, y cosas hermosas como la diversidad gastronómica, colores y música.
La organización de los países desarrollados (OCDE) admitió la injusticia del sentimiento contra la emigración en Francia, Alemania, Reino Unido y Suiza, y señaló que, en contra de lo que algunos sostienen, los migrantes contribuyen más que reciben en las localidades donde residen.
Lo cierto es que una de cada siete personas en el mundo es migrante dentro o fuera de su país, y como el mundo es grande, tiene que haber espacio para todos.
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