Hay de todo, como en botica
13 de octubre de 2015
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Poco antes de iniciarse la ofensiva aérea rusa y del ejército de Damasco contra el Estado Islámico, esta organización terrorista logró que decenas de miles de sirios que huían de la guerra viajaran en diferentes tipos de embarcaciones hacia naciones del sur europeo.
Ello remedaba lo que estaba pasando en Libia y otras zonas del norte de África, donde la guerra y la violencia desatadas precisamente por entes al servicio del imperialismo, causaron que centenares de miles de personas trataran de cruzar el Mediterráneo en frágiles embarcaciones, algunas de ellas al servicio de traficantes.
Después, sucedió lo inevitable: Muchos se ahogaron en el mar, un número no estimado fueron cazados como animales por servicios de guardacostas, que ahora se han visto obligados a rescatarlos, pintando una imagen de humanidad cuya falsedad no la pueden esconder ni los peores medios de información.
Así, Europa recogió los malsanos frutos de su política de maridaje con Estados Unidos; que ha llevado a pueblos enteros a la desunión y casi virtual exterminio.
Lo peor es que al principio trató de eludir su responsabilidad, creando refugios artificiales carentes de lo más indispensable, y luego dejó que los refugiados viajaran tierra adentro, encontrando muchos de ellos la muerte en Hungría y Austria, por citar dos lugares,
Ahora, lo menos malo que les ha pasado a estos seres que huyen es llegar a Alemania, a la que tratan de bautizar como “el paraíso encontrado”, porque este país ha estado acudiendo a su entrada, aunque no con fines menesterosos y caritativos.
En este contexto, los periódicos The Economist y Der Spiegel afirmaron en sendos artículos que Europa tiene que hacer todo lo posible para acoger a estos inmigrantes y refugiados por razones humanitarias, pero aseveran también que se debe hacer por razones puramente egoístas: “La mano de obra europea está envejeciendo y pronto empezará a disminuir. Estas familias de clase mediana y buena formación que vienen como refugiados de países como Siria, representan un capital humano que Europa necesita y que podemos aprovechar muy bien”.
En esa misma línea, el presidente de la Federación de la Industria Alemana, Ulrich Grillo, quiere disponer de 800 000 trabajadores extranjeros suplementarios en Alemania. Como los acuerdos europeos prohíben esa entrada masiva de mano de obra extranjera, que encuentra además la hostilidad de la opinión pública, contribuye a poner en escena la “crisis de los refugiados” para obtener una modificación de la reglamentación existente.
Cierto que este flujo de refugiados despierta inquietud en los pueblos europeos. Pero los grandes empresarios alemanes lo acogen con regocijo. En diciembre del 2014, Grillo ya había escondido hipócritamente sus intereses tras una fachada de buena voluntad, al declarar a la agencia DPA:
“Somos desde hace mucho un país de inmigración y debemos seguir siéndolo. Como país próspero y también por amor cristiano al prójimo, nuestro país debería permitirse a sí mismo acoger más refugiados. Yo me distancio muy claramente de los neonazis y de los racistas que se reúnen en Dresde y en otros lugares. Debido a nuestra evolución demográfica, garantizamos el crecimiento y la prosperidad con la inmigración”.
No obstante, esto despierta dudas: el 25% de la población ocupada alemana está en condiciones precarias, y solo en el área de Berlín, el 50% de los seres que se levanta por la mañana, no sabe si podrá comer dos veces al día.
Dicen que la tasa de paro en Alemania es del 4,7%, pero en el área de Bremen, por ejemplo, alcanza el 11%. El 50% de la población de Berlín necesita ayudas sociales para sobrevivir, y este año, el gobierno alemán gastará 10 000 millones de euros en ello.
¿Cómo se explica que haya ingenieros españoles que están trabajando de camareros en Alemania, cuando dicen que Alemania necesita Ingenieros?
Y pienso que Europa necesita esta población refugiada para mantener bajos los salarios. Estamos hablando de economía, pura y dura. Si habláramos de humanidad, solidaridad o justicia, se deberían acoger a 10 veces el número de inmigrantes que llegan. Pero desde un punto de vista económico, estas personas no son necesarias.
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