Guapería sionista y otros fenómenos sobre los asentamientos
25 de enero de 2017
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Israel ya ha empezado a vengarse por la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones que lo condenaba por los ilegales asentamientos que realiza en la tierra ocupada de Palestina, y que por primera vez no sufrió el veto de Estados Unidos, que se abstuvo.
Cierto que el percance entre aliados fue zanjado por Donald Trump, pocas horas antes de sustituir a Barack Obama en la presidencia norteamericana, pero ello no bastó a unas autoridades que, en nombre de la religión y el Derecho, los mancillan y preparan nuevas y mayores agresiones y abusos contra el pueblo palestino, que es el que paga por la inoperancia de la comunidad internacional.
También por la condena de la ONU por la presencia israelí en territorio palestino, Tel Aviv suspendió temporalmente sus pagos al presupuesto de la ONU y reducirá en seis millones de dólares la suma que la ONU gasta en apoyar a organizaciones consideradas como antiisraelíes por las autoridades judías.
“Es poco razonable que Israel financie organismos que operan contra nosotros en la ONU”, según ha señalado el embajador de Israel ante el organismo internacional, Danny Danon, citado por el periódico Jerusalem Post. “La ONU debería poner fin a una realidad absurda, la cual consiste en apoyar a organismos cuyo único fin es difundir incitación y propaganda antiisraelí”, sintetizó.
Según Danon, “es hora de hacer un cambio real en la ONU”. Ha agregado que Israel busca “poner fin a la práctica donde la ONU se usa únicamente como foro para infinitos ataques contra Israel” y fomentar cambios estructurales. El diplomático ha aclarado que la suspensión del financiamiento es “solo el primero de una serie de pasos considerados por el Ministerio de Exteriores y la misión israelí ante la ONU”.
Parecen declaraciones surgidas de la lógica, pero en realidad son peroratas huecas, cuando se conoce que Israel hace caso omiso de todo y más de esa organizaciónque respaldó su creación.
La ONU, que reemplazó a la Sociedad de Naciones, fue fundada por 51 países el 24 de octubre de 1945 en San Francisco, California. Supuestamente, nació para facilitar la cooperación en asuntos del Derecho Internacional, la paz y la seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos, pero su diaria labor dista mucho de acercarle a los mencionados objetivos.
Pero Naciones Unidas nació lastrada porque, de una u otra manera, ha sido controlada por Estados Unidos, que, incluso, logró su participación en agresiones a pueblos pequeños, como sucedió con Corea; o se lavó las manos y dejó hacer en Vietnam, sucesos desencadenados por el imperialismo que costó la vida a ocho millones de vidas; pero en uno, no pudo malograr a la naciente República Popular Democrática de Corea, y en el otro, la unión del pueblo vietnamita en la República Socialista de Vietnam.
Por supuesto, nunca se ha hecho justicia con el caso palestino, y la entidad no resuelve nada, porque no evita crímenes de lesa humanidad.
Lo extraordinario de todo esto es que la comunidad internacional considera que el establecimiento de asentamientos israelíes en los territorios ocupados en 1967 es ilegal, según el Derecho Internacional. Veamos:
Numerosas resoluciones de la ONU han declarado que la construcción y existencia de los asentamientos israelíes en la Ribera Occidental, Jerusalén Este y los Altos del Golán son una violación del Derecho Internacional, incluyendo las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU en 1979 y 1980.
La resolución 446 del Consejo de Seguridad de la ONU se refiere a la Cuarta Convención de Ginebra como instrumento jurídico internacional aplicable, y exhorta a Israel a desistir de la transferencia de su propia población a los territorios o el cambio de su composición demográfica.
Pero cada día que pasa es un respaldo a Israel en toda esta parafernalia ilícita, que se prepara para implantar otros 566 asentamientos, cuando ya la población israelí se triplicó en los últimos cinco años, llega oficialmente a 696 000, extraoficialmente a 800 000 y en no mucho tiempo arribará al millón en tierras que pertenecen a los palestinos, quienes son expulsados, quemadas sus viviendas y destruidas sus cosechas.
Ello recuerda en parte a la “Creciente de Valmaseda” durante la primera guerra de independencia cubana y a los métodos estadounidenses que en 1898 costó un millón de vidas al pueblo filipino.
Quizás la asunción de un nuevo Secretario General de la ONU pudiera cambiar en algo la situación desesperada de una población que se aferra a la tierra que la vio nacer.
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