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Golfo contaminado…

8 de junio de 2017

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En política las casualidades no suelen ser tan “casuales” y más bien son enquistadas allí donde los intereses hegemónicos quieren crear crisis.

Lo que ocurre actualmente en torno a Qatar y el rompimiento de las relaciones diplomáticas decidido por siete estados de esa región contra el pequeño emirato, huele a contaminación que traspasa las fronteras del propio Golfo.

Incluso, coincido con quienes en sus análisis sostienen que hay dos elementos claves en esta jugada política: la reciente visita del presidente norteamericano Donald Trump a Arabia Saudita y la apuesta anti iraní encabezada por Estados Unidos que culpa al estado persa de cuantos males surgen en este mundo.

Para el más elemental de los razonamiento es válida la pregunta del por qué en este preciso momento Estados Unidos y Arabia Saudita han firmado uno de los mayores acuerdos militares de la historia, por valor de 100 000 millones de dólares.

Cabe también la interrogante de por qué Trump realizó su primera gira internacional como mandatario de Estados Unidos precisamente a Arabia Saudita.

Y en la gira no solo se acordó el suministro de los más mortíferos y sofisticados medios de guerra a esa monarquía del Golfo, sino que se apuntó hacia Irán, como ese “eje del mal” que obliga a que se armen países que nunca antes ni ahora siquiera, se han sentido amenazados por alguien.

Qatar tiene buenas relaciones con Irán y además trata de ejercer una política internacional independiente, lo que le hace ganar el rechazo de monarquías y estados de esa región caracterizados por usar sus cuantiosos recursos monetarios y de petróleo, de acuerdo a intereses que traspasan sus fronteras y llegan hasta Washington.

Qatar es un pequeño emirato de solo 11 586 kilómetros cuadrados que equivalen a poco más de la mitad del tamaño de El Salvador, el país más pequeño de América Latina.

Su evolución como nación dio un gran salto, pues de ser uno de los países más pobres del Golfo, al descubrir en 1939 grandes reservas de hidrocarburos y explotar esas riquezas llegaron a lo que representan hoy, el cuarto mayor productor de gas natural del mundo y el segundo mayor exportador de este hidrocarburo después de Rusia. Además es el octavo exportador neto de petróleo en el planeta.

Según la BBC Mundo, tiene relaciones cordiales con Irán, pero es aliado de Estados Unidos; respaldó a los rebeldes libios que en 2011 se alzaron contra el gobierno de Muamar Gadafi en Libia; pero ese mismo año también formó parte de la coalición que apoyó la supresión de las protestas prodemocráticas en Bahréin.

Ahora, Arabia Saudita, Egipto, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Yemen y Libia acusan a Qatar de respaldar a grupos terroristas, incluyendo al autodenominado Estado Islámico (EI) y Al Qaeda, algo que el pequeño emirato niega rotundamente, señala la propia BBC.

De acuerdo con la agencia rusa RT, las autoridades Qataríes han calificado de “injustificadas” y “basadas en afirmaciones infundadas” las medidas adoptadas en su contra y han asegurado que “no afectarán la vida de la gente común y de los residentes del emirato”.

Irán, por su parte, ha señalado que la ruptura de las relaciones diplomáticas entre varios Estados árabes y Qatar no hace otra cosa que “llevar a una desestabilización” de la situación en la región.

Mientras, y este puede ser un elemento inducido por los mismos que han propiciado la crisis, el mercado del petróleo no ha tardado en reaccionar a la crisis diplomática con Qatar. El costo para agosto de petróleo Brent en la Bolsa de Valores de Londres ha aumentado en 63 centavos de dólar.

En fin, estamos en presencia de otro conflicto más en una región donde ya casi no caben los existentes; pero esta vez, un Golfo contaminado hace peligrar la frágil estabilidad más allá de sus fronteras.

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