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Globalización de la indiferencia

15 de octubre de 2013

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Lamentable, sin duda, pero no es la única vez que inmigrantes africanos que huyen de la muerte por hambre, encuentran el final de sus vidas en una travesía marítima donde viajan amontonados por cientos en frágiles y pequeñas embarcaciones que muchas veces no llegan a su destino.
Esa es una realidad de nuestros días y de seguro tiene que ver con otras, donde también la muerte acecha cuando se trata de guerras impuestas desde potencias que deberían aportar recursos, comida, medicamentos y educación que son, en última instancia las que eliminarían la causa del éxodo y con ella la de las peligrosas travesías.
Así ocurrió en días pasados cuando una barcaza repleta de africanos no resistió el peso de estos ni los avatares de las olas, y encontró su fin en mares cercanos a la isla italiana de Lampedusa, cerca de Sicilia, donde más de 300 personas murieron.
El papa Francisco, ante la envergadura del trágico hecho, deploró lo que llamó la “globalización de la indiferencia” en el mundo y denunció a los contrabandistas de inmigrantes que explotan la pobreza de quienes se lanzan a esas aventuras.
Para estas personas, Europa, aun envuelta en la peor de las crisis, es el horizonte al que miran en busca de una supuesta vida mejor, y para ello, como única alternativa de hacer el peligroso viaje, es poniéndose en manos de traficantes de seres humanos que cobran jugosas cifras antes de emprender la travesía de la incertidumbre.
Cada año decenas de miles de personas superan la cifra de quienes tratan de salir en busca de trabajos, atención médica y alimentación. La gran mayoría son de los países del denominado Cuerno de África (Etiopía, Eritrea, Somalia y Yibuti).
Al respecto, un reciente informe de Afrobarómetro, una organización que estudia temas de desarrollo económico y social africano, señala que la pobreza en el continente permanece inalterable, a pesar del crecimiento económico regional y las proyecciones oficiales que apuntan en sentido contrario.
Según datos obtenidos de encuestas realizadas a ciudadanos comunes de 34 naciones africanas, entre 2011 y 2013, la organización concluyó que pese a un crecimiento del Producto Interno Bruto que promedia el 4,8%, “no hay evidencia de la reducción sistemática de la pobreza”, y en naciones como Botsuana, Mali, Senegal, Sudáfrica y Tanzania, la situación empeoró.
El propio documento recuerda que solo a dos años de la meta para alcanzar los “Objetivos de Desarrollo del Milenio”, uno de cada cinco africanos todavía experimenta privación de sus necesidades básicas.
Hay un 17% de esa población sin acceso a la comida, el 21% no cuenta con agua potable y un 20% no tiene medicinas y servicios de salud.
Las vías más frecuentadas usadas por las bandas de criminales traficantes de seres humanos son las de quienes para cruzar el Mediterráneo, navegan por el Mar Rojo hasta Yemen o, aún más al norte, hasta Egipto. Otros lo hacen a través de Sudán, atravesando el desierto del Sahara en camiones hasta la costa de Libia en el Mar Mediterráneo y de allí, el viaje final en bote hasta el enclave europeo más cercano.
El problema seguirá sin solución mientras exista el hambre y persista la indiferencia globalizada del mundo rico, en cuyas manos pudiera estar la mayor contribución, si solo dedica un 10 por ciento de lo que gasta en armas, a brindar salud y alimentos a una África pobre que se debate entre la muerte por hambre o la muerte en el mar.

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