Flagelo en ascenso
9 de julio de 2019
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Acaba de hacerse público el último Informe Mundial sobre Drogas 2019, elaborado por la Oficina de Naciones Unidas encargada del tema.
Las noticias no son para nada halagüeñas. Más de 35 millones de personas en el mundo padecen trastornos asociados al consumo de estupefacientes.
Lo peor de todo, la cifra de fallecimientos debido a la ingestión de drogas alcanzó las 585 000 defunciones en un año.
Todas estas cifras pudieran aparecer en los informes como frías y meras referencias, pero la realidad es otra, el mundo de nuestros días no ha sido capaz de controlar y disminuir el uso de narcóticos, aún cuando su gravedad es lacerante y cruda.
El citado informe de la ONU advierte sobre la insuficiencia de la prevención y tratamiento, especialmente dentro de las instituciones penitenciarias, donde los reos son vulnerables y tienen mayor probabilidad de contraer la hepatitis C y el VIH sida.
Y es que la droga, en vez de ser erradicada, se complejiza cada vez más, tanto por su tráfico como por su elaboración, muy vinculados a millonarias cantidades de dinero, y generalmente controlados por mafias que operan en varios países a la vez.
De acuerdo con el informe en cuestión, en el año 2017 el 5,5% de la población mundial entre 15 y 64 años, consumía drogas, cifra superior en un 30% a la registrada en el año 2009.
En la región de las Américas, por ejemplo, el mayor consumidor mundial, Estados Unidos, se abastece, a través del narcotráfico, desde países de la región y otros como Afganistán, llevando a la población tanto la cocaína ya elaborada, como el opio y otras que invaden el mercado internacional.
La decisión de «tolerancia cero», aplicada por Cuba para enfrentar este peligroso flagelo, suena como una frase rara o al menos exótica, para la mayoría de los países.
El problema no solo se puede enfrentar y vencer con represión, sino —muy importante— con la concientización de la sociedad, con planes de educación y orientación desde la misma enseñanza primaria; el uso sistemático de los medios de comunicación y la ejecución de una política ya formulada y que se controla a los más altos niveles gubernamentales y políticos.
Que 35 millones de personas consuman drogas en el mundo es una alerta ante el auge de la nociva actividad, y los más de medio millón de personas que mueren por esa causa no pueden ser solamente objeto de estudio de la ONU y la formulación de informes cada año, tienen que formar parte de las leyes de cada país, su control, disminución y erradicación sistemática.
Es una batalla aún por ganar. Es una batalla de todos y existen planes y medidas para vencer, siempre concientizando a cada ciudadano desde su niñez.
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