Es valor, no desafío
25 de mayo de 2020
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Cada día estoy más seguro que la esencia misma de la política exterior de Estados Unidos es crear un clima de incertidumbre —con amenazas, sanciones y agresiones incluidas— con dos objetivos: imponer la obediencia en lo externo y añadir arrogancia en lo interno, so pretexto de que todo se hace por la seguridad nacional.
También la vida y la historia han demostrado que cuando el valor y la dignidad de gobiernos y pueblos no se someten a tales políticas, triunfa la razón y se impone el respeto. Y hasta se evitan guerras.
Las distintas administraciones estadounidenses han mantenido y en los últimos años han endurecido las sanciones contra Cuba, y aquí estamos, haciendo lo que ellos no hacen: en tiempos de pandemia de la COVID-19, no solo enfrentamos y vencemos la enfermedad, sino que colaboramos con más de 60 países, con miles de médicos, enfermeros y técnicos de la salud, que brindan su solidaridad y salvan vidas.
El todopoderoso imperio, en tanto, desarrolla guerras y aplica sanciones, sin importar la pandemia que los consume y no resuelven, ni la grave situación que enfrentan otras naciones, principalmente por no disponer de recursos y estar sometidas a las más crueles sanciones.
Esa vil política se extiende por todo el mundo. En algunos países hay gobiernos que cuando se les amenaza ceden y hasta optan por cambiar independencia y dignidad por algún poco de dinero, pero hay otros que son dignos y no lo hacen.
Muchos pueblos valientes y con gobernantes capaces de no desistir en su proyección independentista y soberana, se enfrentan al reto con inteligencia, apoyo popular y fortaleza organizativa, militar y patriótica.
Lo ocurrido este fin de semana en las aguas del Caribe cercanas a la Venezuela bolivariana es un ejemplo de ello. El gobierno de Donald Trump ha arreciado las sanciones económicas —incluyendo el robo descarado de los activos de Caracas en bancos extranjeros—, ha contribuido con planes de agresión militar directa donde, incluso, están involucrados dos mercenarios estadounidenses, como ocurrió la pasada semana, y ahora se aferra a un bloqueo naval contra esa nación, en lo que puede ser el preludio de una confrontación militar de impredecibles consecuencias.
Venezuela, una de las mayores reservas de petróleo del mundo, ha tenido que recurrir a la solidaridad internacional para disponer del combustible que necesita.
Es así como, desde 12 000 millas de distancia, otro pueblo digno y valiente, la República Islámica de Irán, ha respondido al pedido de Caracas y ha enviado a varios buques cisterna con petróleo de la nación persa, también bloqueada y sancionada por el arrogante imperio.
«Intentar bloquear el suministro de combustible a Venezuela en medio de esta terrible pandemia califica sin duda como un crimen de lesa humanidad», ha denunciado el embajador venezolano ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), Jorge Valero, a la agencia rusa de noticias Sputnik.
Mientras Trump amenaza con un ataque militar contra los barcos iraníes, el grupo de veteranos profesionales de la Inteligencia de Estados Unidos enviaron una carta al presidente en la que hacen un llamado a no entrar en un conflicto armado con Irán y advierten que «cualquier acción contra esos buques será interpretado como una acción de guerra y provocaría actos de venganza sin precedentes en lugares como el Golfo Pérsico, lo que Estados Unidos no podrá controlar».
Se puede asegurar que tanto Irán como Venezuela, a tenor las leyes internacionales y por respeto a su soberanía, están dando cumplimiento a un acuerdo respaldado por la colaboración Sur-Sur, pero, además, hacen gala del valor y la dignidad, que deben caracterizar las relaciones internacionales en estos tiempos.
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