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Erase una vez en La Habana

1 de febrero de 2014

 

Por Jorge Gómez Barata

 

Lo único comparable con el “exitazo” obtenido por Cuba y por el presidente Raúl Castro, es la convincente actuación de todos y cada uno de los participantes en la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Reunir representantes de alto nivel de los 33 países que integran la organización, 29 de ellos jefes de estado o gobierno, a los secretarios generales de Naciones Unidas y la OEA; así como a representantes de varios organismos regionales, evidencia una elevada capacidad de convocatoria.
Al margen del protocolo, Cuba, su presidente, su líder histórico y su pueblo sólo escucharon frases de reconocimiento y elogio; no solo por la organización del evento sino por la significación histórica de su Revolución para el fomento del clima hace posible a la CELAC. Con frecuencia los nombres de Fidel y Hugo Chávez fueron invocados juntos para atribuirles méritos extraordinarios.
El éxito del evento no hubiera sido posible sin el desempeño de los participantes, cuyos pronunciamientos originales y cargados de matices personales, en el estilo de cada cual, fueron convincentes, lo cual dio lugar a un consenso que evidencia el intenso proceso político que caracteriza a la región.
Gracias a la cobertura de la televisión cubana y de TELESUR, escuché todos los discursos, presencié las conferencias de prensa, estuve al tanto de las visitas y actividades oficiales de los mandatarios y puedo dar fe de que no hubo entre ellos ningún demagogo, ningún esquirol y ni siquiera un populista; tampoco un extremista, oportunista ni fundamentalista y no hubo ideólogos que hicieran proselitismo. Ninguno habló sin decir nada.
Quienes siguieron el evento pudieron apreciar el desempeño de presidentes que desenvuelven su actividad en medio de complejas coyunturas nacionales. Entre otros, Nicolás Maduro, asediado por la guerra económica y política promovida desde el exterior con profundas repercusiones internas; Juan Miguel Santos, que trata de impulsar un proceso de paz que termine con el único conflicto armado vigente en América Latina; Enrique Peña Nieto que impulsa difíciles reformas en un clima de auge de la violencia, el narcotráfico y el crimen organizado que asola a México; Michel Martelly que trabaja en reconstrucción de su país y otros.
Con luz propia brillaron las estadistas del momento: Dilma, Cristina, Chinchilla, Portia Simpson-Miller y Kamia Persad-Bissessar, Primera Ministra de Trinidad y Tobago, acompañadas por Alicia Bárcenas, inmensas representantes de la mujer latinoamericana y caribeña.
Hubo gestos como el del ex presidente Porfirio Lobo y del presidente Horacio Cartes, que llegaron al poder como parte de procesos cuya legitimidad fue en su momento cuestionada y lejos de evadir el encuentro, alternaron con sus colegas, quienes los reciprocaron con respeto y afecto. Un momento de profundo significado fue el intercambio, a la vista del plenario, de afiladas aunque finísimas bromas entre Raúl Castro y Sebastián Piñera.
Rafael Correa volvió a evidenciar la densidad de su pensamiento y la solidez de sus conceptos; así como su liderazgo en la reivindicación de los intereses de su pueblo quien lo premia con un masivo respaldo; tal como ocurre con Evo Morales y otros.
Las palmas para José Mujica, quien con la estampa de un gaucho y la sabiduría de un clásico, expuso juicios cuyo alcance y profundidad dieron universalidad al evento. De no ser presidente, don Pepe haría historia por la hondura de su pensamiento humanista y político, por la capacidad para persuadir y por su paradigmática conducta.
Un detalle para no olvidar fue la deferencia y las expresiones de afecto, respeto y reconocimiento prodigado a Fidel Castro, un hombre que sin ostentar cargos ni jerarquías, las que en ejemplar gesto declinó, fue visitado en su hogar donde departió con casi la mitad de los mandatarios, incluyendo al Secretario General de la ONU.
La cumbre de la CELAC en La Habana es historia, pero no pasado; su aporte al futuro será enorme. Luego les cuento. Allá nos vemos.

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