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El temible tema migratorio

8 de septiembre de 2015

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Con la huida de decenas de miles de personas de áreas del nordeste africano y medioriental asiático hacia países del Mediterráneo europeo resurge con fuerza el tema migratorio, no solo porque muchos encuentran la muerte en la huida de sus miserias, sino por la demagogia con que es tratado el hecho por sus principales causantes.
Si en el pasado la esclavitud encadenada resultó abolida al costo de millones de vidas, hoy hay que luchar contra la falta de libertad, la esclavitud encadenada al capital y a otros vicios y manifestaciones sociales dominantes y violentas.
Europa es en estos momentos el centro del dilema, por su cercanía a las zonas de donde huyen los emigrantes, aunque debían llamarse refugiados. Pero no debemos olvidar algo que nos toca muy de cerca, como el de la doble moral del gobierno de Estados Unidos que, a pesar del establecimiento de relaciones diplomáticas, estimula la emigración ilegal cubana con fines políticos, mientras desprecia a la haitiana y trata de expulsar a otros que le han dejado de ser útiles.
Este tipo de esclavitud forma parte de otra más inmensa, que se manifiesta en la explotación, la trata, la marginación, la miseria, el trabajo inhumano, la incultura, la insalubridad y la muerte de millones de seres humanos, condenados a unas condiciones como si se tratara de parias que no merecen mejor suerte
Para que la Europa neocolonial y explotadora dejara entrar a su territorio a los centenares de miles de refugiados, otros muchos perecieron ahogados o por el hundimiento adrede de sus embarcaciones por quienes explotan el sucio negocio.
Por ejemplo, Austria dice que va a acoger a 6 500 migrantes, luego que un número no determinado halló la muerte en el cruce de la frontera con Hungría, al ser abandonados por elementos contrabandistas, cuando se encontraban hacinados en camiones. Los culpables materiales permanecen impunes.
Los medios de prensa occidentales se hacen eco de las quejas de los gobiernos europeos acerca del asedio a que son sometidos por la ola migratoria, pero no mencionan que esos seres humanos huyen de las regiones sometidas a las guerras que el Imperio impone para controlar sus riquezas.
En este contexto, el periodista español Patricio Montesinos escribía en el colega Cubadebate que la Unión Europea y Estados Unidos se vanaglorian de ser los mayores defensores de los derechos humanos, “pero nada hacen si son negros, latinos e indos, o profesan determinadas religiones”.
Precisamente, en una de las conversaciones que sostengo regularmente con unas amigas residentes en el estado norteamericano de Georgia, estas se referían alarmadas a la aceptación que está teniendo la represiva campaña del aspirante presidencial republicano Donald Trump, el apoyo a la construcción de un muro aun más difícil y peligroso en la frontera con México y la virulencia de una ultraderecha que apoya la política de expulsión de quienes considera seres inferiores.
Y esto es aun más cruel, porque de ello deriva el chantaje que conlleva la intensificación de la condición de virtuales esclavos a que son sometidos para eludir la expulsión.
“Los mexicanos son los que más trabajan. Hacen todo lo que los norteamericanos no quieren hacer. Muchos de sus hijos están en las escuelas públicas con los nuestros, y eso está por desaparecer”, decía una de mis amigas.
Y es que la extrema derecha del Primer Mundo convierte a esos emigrantes en los chivos expiatorios de los principales problemas de las sociedades opulentas, y los repudia, a pesar de que los necesita como fuerza de trabajo.

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