El otro Japón
4 de febrero de 2021
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Japón, la tercera economía mundial, ha logrado capear en algo la epidemia de la COVID-19, pero no ha podido impedir que surjan a la luz las notables diferencias de su población, con millones de personas cayendo en la miseria, desempleadas, con una clase media que se incorpora a la baja, debido a las carencias alimentarias surgidas por esta época.
Los medios de información nipones no reflejan esta realidad, pero tantos los conocidos como los que no informan de una gran cantidad de personas que viven en las calles y las enormes colas de personas que buscan alimentación en las entidades dedicadas a la caridad.
Algunos señalan que la rica economía, de grandes desigualdades, no está invirtiendo en proyectos para eliminar esta situación, en medio de los problemas relacionados con los Juegos Olímpicos, que aún no se define su realización.
Opositores políticos apuntan que, sin embargo, el presupuesto militar es cada vez mayor, ya no existe el espíritu pacifista y las denominadas fuerzas de autodefensa tienen más soldados que algunos ejércitos de pases vecinos y son utilizados en algunas de las numerosas agresiones de Estados Unidos.
Esto se explica porque el imperialismo norteamericano considera que la amenaza principal a su supremacía viene del Lejano Oriente, y está desplegando una estrategia que tiene como un elemento fundamental la participación de Japón con todas sus características imperialistas en su plenitud, lo cual incluye la formalización de unas fuerzas armadas ofensivas dispuestas a acompañar a EE,UU, en todas sus aventuras en el mundo.
Hasta el presente, en virtud de tratados bilaterales, Estados Unidos tiene el compromiso de proteger a Japón contra cualquier ataque de potencia extranjera, como “compensación” por la renuncia nipona a la guerra.
Con tal fin, el imperialismo norteamericano tiene en Japón una fuerza militar de 50 000 soldados, altamente equipada, asentada en bases militares, 32 de ellas ubicadas en las islas de Okinawa, en el extremo sur del archipiélago, donde se concentra el 75% de ese personal.
La Constitución “pacifista” de Japón está siendo modificada, para que cuente con unas fuerzas armadas que corresponda a sus pretensiones imperialistas.
Esto responde absolutamente a los intereses de los capitalistas monopolistas japoneses, que siempre estuvieron detrás de la causa del rearme y son los principales impulsores del restablecimiento del poderío militar nipón.
Las propuestas de Keidanren, la asociación que reúne a los grandes capitales monopólicos de Japón, apuntan a ese objetivo. Mientras tanto, las actuales fuerzas armadas japonesas, establecen una estrecha cooperación con el ejército imperialista estadounidense, sirviéndole como complemento en tareas logísticas en el exterior, como en Afganistán e Iraq.
Para esto si hay un buen presupuesto, mientras la tercera economía mundial no acaba de solucionar el abandono a millones de japoneses que pasan hambre y viven en las calles, todo agravado por una epidemia que se puede intensificar en cualquier momento.
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