El odio es ciego
30 de abril de 2013
|Sin dudas que en el caso de la derrotada electoralmente oposición venezolana pesa más el odio que la razón, y enceguecido en la soberbia insuflada por el amo norteamericano, Enrique Capriles continúa entorpeciendo el esfuerzo del gobierno legítimo de Nicolás Maduro por llevar la paz y lograr la unidad del pueblo venezolano.
Hoy, tanto la figura del Presidente electo en limpios y transparentes comicios, como aquellos que integran un gabinete que mantiene contacto directo con la población, están amenazados por la mafia local y el lumpen que forman parte del grupo cercano al millonario.
Tal situación vuelve aún más imprescindible la unión a una política oficial enfrentada a la cadena de desestabilizaciones creada por la oposición y que hace peligrar al país.
Las medidas políticas anunciadas son imprescindibles para seguir el avance tanto interna como externamente, mantener los programas bolivarianos de beneficio social que son financiados por las rentas del petróleo, así como diversificar los rubros de exportación, a fin de no depender solamente de las ventas del crudo, sometidas a los vaivenes de los precios.
Para ello se necesita un clima de paz consciente, que vaya más allá de la solidaridad internacional, el respaldo de la Fuerza Armada y el apoyo de la parte sustancial del pueblo que incidió en el ajustado, pero limpio y real, espaldarazo al proceso liderado por Chávez y continuado por Maduro.
Y es que Enrique Capriles, los integrantes de la mafia política y los ex chavistas que abandonaron la causa del pueblo y traicionaron los ideales bolivarianos, todos bendecidos por el amo imperial, han sido incapaces de ver más allá, por lo que tratan de colapsar a la nación y a la esperanza que representa no solo para los latinoamericanos, sino para el resto del mundo, incluidos quienes sufren en la otrora rica Europa.
Miren si es así que Capriles, en vez de manejar honestamente la alta votación que obtuvo en los recientes comicios presidenciales, llama abierta e encubiertamente al caos, porque teme que un clima de paz haga triunfar los programas sociales y mejore la situación económica.
La cuestión es dar al traste con la revolución bolivariana iniciada por Chávez, que incluye la denostación de la figura del héroe popular, del actual mandatario y de sus principales seguidores.
Para los medios de prensa imperialistas -la inmensa mayoría- no representa nada que durante la presidencia de Hugo Chávez el gasto social aumentó en 60,6%, la desigualdad se redujo en 54% y la pobreza en 44%, veinte millones de personas hayan sido beneficiadas con programas que disminuyeron la mortalidad infantil de 25 a13 por mil, devolvieron la vista a millón y medio de personas, y mejoraron la calidad de vida de más de dos millones de adultos que recibieron pensiones por vejez, entre otros muchos renglones de ayuda a la población.
Tal odio comprende irrespetuosas declaraciones del presidente “Nobel de la Paz”, Barack Obama, contra el desaparecido líder; el accionar directo de personeros del establishment estadounidense para santificar cualquier acto de sabotaje en Venezuela, y la actitud mezquina de Capriles, quien no ha podido asimilar las dos derrotas comiciales que le propinó el chavismo en apenas seis meses.
Rico, muy rico, más la ayuda de las mafias anticubana y antivenezolana radicadas en Miami; grandes sumas de dinero distribuidas en sectores marginales y la campaña mediática de los principales medios de difusión para denigrar la obra del gobierno revolucionario, fueron insuficientes para evitar triunfo el electoral del héroe bolivariano y más recientemente de Nicolás Maduro.
A hoy, como aseveramos en el portal de Cubasí, la determinación del gobierno bolivariano venezolano -el primero chavista- de copar hasta el último rincón de la nación sudamericana para llevar la verdad, conocer de primera mano cada problema, enfrentar el burocratismo, la corrupción y la delincuencia, y lograr la eficiencia en todos los órdenes, coadyuvará a ganar la indispensable batalla ideológica para construir el socialismo.
Así se derrotará a una contrarrevolución cegada por el odio.
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