El muro de Trump
25 de agosto de 2017
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Vuelve Trump con su tema del muro que divide México de los Estados Unidos, o mejor dicho, de la parte del territorio mexicano que fue arrebatada por el país vecino.
En este va y viene que ha caracterizado la política del mandatario en sus primeros meses de ocupar la silla en la Casa Blanca, un rasgo general ha sido la improvisación y el uso del dinero como piedra angular de su política.
El caso del muro, tema al que recurrió desde su campaña electoral, es la expresión más evidente de cómo se puede ser presidente en Estados Unidos sin que medie para ello el más mínimo acato a las normas políticas que deben caracterizar las relaciones entre estados y pueblos.
Por mucho capital que se tenga en el país donde el dinero lo es todo, no resulta ético imponer políticas sin sustento o usando el arma de la amenaza ¡el muro lo pagarán los mexicanos!, como si lo que estuviera en juego fuese una mera construcción y no una de las tantas aberraciones en las que se oculta la más severa e irracional política anti inmigrante y xenófoba.
Por estos calurosos días de agosto Trump volvió al tema del muro: “Si fuera necesario, estaría dispuesto a un cierre del Gobierno para asegurarme de que la propuesta sea aprobada y financiada por los legisladores norteamericanos”, advirtió el magnate devenido Presidente.
Trump, de igual forma, ha puesto precio a la tarea de levantar la pared que debe —una vez más— aislar a los mexicanos y otros inmigrantes de lo que el Presidente considera la tierra invadida por foráneos.
Había dicho el mandatario que serían necesario 4 000 millones de dólares para cumplir con su orden. Luego, en abril de este año, subió la parada y dijo que serían 10 000 millones. A tales planteamientos salieron las empresas estadounidenses a la licitación para obtener las jugosas ganancias que se derivarían de esa construcción. Ya hoy la cotización del muro se ha elevado a la astronómica cifra de 70 000 millones de dólares.
Por supuesto, la idea de Trump es que se levante el muro, se pague por los contribuyentes norteamericanos, se enriquezcan las empresas constructoras de Estados Unidos y, paralelamente, cobrar esa cantidad de dinero al vecino México. Para esto último ha amenazado con hacerlo de una u otra forma, pero que la obra sea pagada totalmente por los mexicanos.
La costosa muralla tendría una longitud de 1 448 kilómetros y la fecha del próximo 30 de septiembre está marcada como el día en que el Senado avalaría o no la iniciativa de Trump. Las perspectivas al respecto no son alentadoras para el mandatario por cuanto los republicanos que lo apoyan necesitarían al menos 10 votos demócratas, lo que parece muy difícil pues estos últimos se oponen a levantar esa obra.
Despachos de prensa refieren que los congresistas están evaluando una especie de Plan B, para mejorar la protección limítrofe, donde se combinarían la aplicación de la ley, el uso de las tecnologías y nueva infraestructura.
A finales de julio, un sondeo de la encuestadora Rasmussen Reports constató que el 56% de los votantes estadounidenses difiere del mandatario y cree que no debe levantarse el muro fronterizo, mientras que el 37% apoya la idea de Trump.
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