¿El menos peor?
26 de abril de 2017
|
El predomino político de la derecha en el próximo gobierno de Francia está plenamente asegurado, tras haber clasificado el neoliberal Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le pen en los dos lugares cimeros de la primera vuelta electoral de los comicios presidenciales del pasado domingo.
Sin antecedentes políticos serios, Macron ha sido elegido por el establishment que controla Francia como el sucesor del presidente Francois Hollande, quien desde el solo nominativo Partido Socialista entregó de pies y manos atados la economía nacional a los magnates industriales.
Empero, la rival de Macron es de armas tomar: nada menos que la experimentada Marine Le Pen, quien en febrero dio a conocer un pormenorizado programa de 114 puntos, en lo que justificaba un quehacer para lo que consideró devolver el orden a Francia.
Ahora el punto principal de la propaganda acerca de la segunda vuelta el 7 de mayo próximo está concentrado en tratar de evitar que Le Pen llegue al poder, y para ello se ha hecho un fuerte grupo que, con o sin convencimiento, apoyan a Macron.
Este pretende seguir la política neoliberal de su antecesor, promete atender el intenso y extenso problema del desempleo y la pérdida de beneficios sociales de la variada gama de la población, al tiempo que trata de hacer creer que protegerá a la emigración, o por lo menos considerará sus problemas con estilo humanitario.
Ante el programarealmente demoledor de la ultraderecha, Macron seguirá los consejos de los economistas de salvar a las instituciones europeas, como la Unión Europea, porque sirven de fundamento “no solo para mantener la paz en el continente, sino para propiciar el progreso económico de los países miembros y su poder político a nivel mundial”.
Pero, subrayo, no debemos olvidar que es la figura del neoliberalismo que aparece como auxilio a todo el capital financiero cuando está desesperado y ha probado todas las posibilidades.
En cuanto A Marine Le Pen, quien integraba el partido de su padre desde que cumplió 18 años en 1986, consiguió en el 2011 la presidencia del Frente Nacional. Y su primera medida fue continuar con la labor que llevaba ejerciendo desde el año 2000: eliminar esa imagen de caricatura fascista que impregnaba sus filas y que su padre había cultivado durante décadas.
Expulsó a militantes que coqueteaban con el nazismo y fue adaptando el discurso para presentarse como un partido nacional y patriótico, contrario a la libertad de fronteras en la Unión Europea, a la inmigración y a la propia UE, y hasta la OTAN.
Con matices, porque se ha visto envuelta en polémicas parecidas: en el 2010, cuando comparó el rezo semanal callejero de los musulmanes en territorio francés con la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, desde que consiguió la presidencia, Marine Le Pen se ha convertido en un fenómeno electoral. Comoquiera que sus puntos de vista sociales “ya son conocidos” (contra la inmigración, el matrimonio homosexual, el aborto y la eutanasia, por citar algunos puntos), la dirigente se ha centrado en pasear y defender –con notable aprobación del público– el programa económico del Frente: totalmente antiliberal e intervencionista. Y aquí es donde ha conseguido la espectacular subida del partido, con un discurso muy cercano a la izquierda económica que ha conseguido conectar con esa mayoría de votantes que se le escapaba al partido en sus tiempos radicales.
Bajo el mando de Le Pen, son las ideas económicas las que han cobrado protagonismo, barriendo su posición ultra y xenófoba debajo de la alfombra. En todo caso, apunta primero contra Europa: “Una Europa sin el pueblo, contra el pueblo, o “el triunfo del pueblo contra las élites”.
De ahí que la inmensa mayoría de los partidos franceses se han volcado en su contra, temiendo la debacle del status quo, lo cual ha provocado la protesta de Le Pen y los choques de sus partidarios con la policía, días antes de que el pueblo francés decida por el candidato (¿el menos peor?) que, a su entender, deba ser el próximo presidente de Francia.
Comentarios