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El mejor mapuche…

3 de febrero de 2018

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… es el mapuche muerto, pudiera, es, la frase adaptable al resultado buscado con la persecución de esa etnia originaria chilena, muy especialmente a los principales líderes del movimiento que busca que los mapuches pueda ejercer con libertad en la tierra que le ha pertenecido ancestralmente.

Así, no es extraño que, de vez en cuando, aparezcan cadáveres de eso indígenas del sur chileno, a veces en el más  puro estilo mexicano, o peruano, en fosas comunes.

Habitantes no solo del sur chileno, sino también del resto de la  Patagonia argentina, han sido perseguidos, muertos o expulsados por el ente oficial, a fin de facilitarles la labor de explotación a las transnacionales y latifundistas locales.

He buscado en vano algunos intentos para proteger a los verdaderos propietarios de las tierras meridionales, sobretodo en Chile, pero apenas hubo uno que quedó descabezado con el golpe fascista contra Salvador Allende en 1973, y algunos tibios esfuerzos de la saliente mandataria, Michelle Bachelet.

Lo realmente cierto es que los indígenas  fueron víctimas de genocidio, algunas etnias desaparecieron y otras, como la mapuche, por su espíritu combativo, logró sobrevivir, aunque es perenemente perseguida, golpeada, encarcelada y asesinada

No sólo la cuestión tomó ribetes dramáticos durante la dictadura de Pinochet, sino desde mucho antes, cuando el exterminio de los selk’nam fue ordenado por el mayor latifundista de Magallanes, que forma parte de un conteíto que la historia oficial intentó ocultar.

Después de varios años de investigación en La Patagonia chilena y argentina, el historiador español José Luis Alonso Marchante publicó el libro “Menéndez. Rey de la Patagonia”, el texto definitivo –según expertos en el tema– sobre la verdad de la extinción de los selk’nam en la Tierra del Fuego, que en rigor se trató de un exterminio ordenado por José Menéndez, el gran latifundista del sur de Chile, sobre cuya familia existen sendos museos en Punta Arenas, y a quien se le atribuye el desarrollo económico de la región.

El año pasado, el historiador español José Luis Alonso Marchante encontró en la Biblioteca Nacional de España el texto original de Treinta años en Tierra del Fuego, del misionero salesiano, gran naturalista y expedicionario Alberto de Agostini. Con este libro en sus manos, el historiador comprobó que en las actuales reediciones del texto, incluida la realizada en el 2013, faltaban párrafos y no cualquiera.

En los textos censurados, el misionero era implacable: la extinción del pueblo selk’nam en la Patagonia chilena y argentina no fue obra de su “ignorante glotonería”, “guerra entre tribus” o producto de su “miserable contextura física”, como dictó durante muchos años la historia oficial, sino producto del exterminio y la cacería, ordenada por un solo hombre: José Menéndez, el gran latifundista del extremo sur de Chile.

“Exploradores, estancieros y soldados no tuvieron escrúpulos en descargar sus máuser contra los infelices indios, como si se tratase de fieras o piezas de caza”, reza uno de los párrafos censurados, asevera De Agostini.

Este hallazgo junto a otros importantes testimonios se encuentran contenidos en el mencionado libro Menéndez. Rey de la Patagonia, recientemente lanzado en Chile y que, según historiadores expertos en La Patagonia, como Osvaldo Bayer, vendría siendo el libro definitivo sobre la verdad ocurrida en el sur chileno y argentino.

“Hubo dos cosas que me impactaron en la investigación: el genocidio de todo un pueblo (los selk’nam) en pleno Siglo XX, y la trágica suerte de los obreros (también masacrados) que trabajan en esas estancias”, dice otro investigador, Alonso Marchante, quien explica sin eufemismos la naturaleza de la responsabilidad criminal de quien fuera también el abuelo de Enrique Campos Menéndez, el escritor favorito de Pinochet y redactor de los bandos militares del golpe fascista.

De este tema, cuando se trate la tragedia de los mapuches, habrá mucho que escribir y hablar.

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