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El halcón pierde un ala

7 de noviembre de 2018

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El movimiento anti-Trump fue agradablemente fuerte en Estados Unidos, y votantes que se ausentan de las elecciones de medio término concurrieron esta vez a las urnas para eliminarle al Presidente su control de la Cámara de Representantes y poner en ascuas al resto de su mandato, con sólo el apoyo aumentado en el Senado para intentar seguir aprobando leyes represivas contra todo lo que moleste a los halcones norteamericanos.

Cierto, no podemos pedirle peras al olmo, y más cuando se dice que lo más parecido a un republicano es un demócrata, y viceversa, pero hay matices en cada una de una sucesiva gobernanza bipartidista, y esta vez está en el poder un presidente que se cree omnímodo, que hace y deshace a su antojo, sin parar en los más elementos principios de la convivencia y hollando los derechos humanos de quienes menos tienen, bajo el eslogan de “Amorcan First”.

La derrota para Donald Trump fue esta vez particularmente dolorosa, ya que había manejado ciertos recursos que son realmente heredados de administraciones anteriores y responden al ciclo en que se desenvuelve el capitalismo, como el de un crecimiento económico que va en ascenso y un constante descenso del desempleo.

Además, se escudó en quienes hacen cada vez más desigual la sociedad norteamericana, al tiempo que aprovechaba el tradicional apoyo rural a los republicanos y la desazón general de un enorme número de obreros víctimas de la caída del cinturón industrial, esos que en los comicios presidenciales le ayudaron a obtener sorpresivamente la presidencia, porque más valieron los votos electorales que los naturales.

Esta vez, los estadounidenses no votaron con el bolsillo, referente a cierta mejora individual en lo económico, sentimiento generalizado en la sociedad norteamericana, sin importarle lo que sucede en el resto del mundo, agobiado y en peligro de desaparecer, junto al propio EE.UU., por culpa de la agresiva y ambiciosa política de sus administraciones, esta vez exacerbada por un dirigente al que consideran equivocadamente populista, que ostenta banderas xenófobas y racistas, entre otros muchos deméritos.

Acontecimientos recientes tuvieron un efecto movilizador en electores demócratas apáticos, como el envío de paquetes explosivos a personalidades de su partido por un fanático de Trump, o la controvertida respuesta del presidente al ataque contra una sinagoga en Pittsburgh, que dejó 11 muertos.

Trump utilizó el odio inculcado contra los migrantes, muy extendido en Estados Unidos, para ganar votos, aprovechando la marcha de miles de hondureños y de otros países centroamericanos haca la frontera con México, donde concentró a miles de soldados y más de 200 cazadores “independientes”, con el fin de que repelieran cualquier “agresión”.

Otro elemento que utilizó el mandatario fue el sentimiento religioso, aprovechando sus nexos con pastores evangélicos que lo apoyan y hacen constante propaganda a su favor, hasta tal punto que lo único que faltara es que lo presentaran presentarlo como el “Mesías” que viene a salvar a los seres humanos, aunque pensó que esto se refiere a supremacistas blancos y otros grupos kukluxklanescos.

Pero el momento anti-Trump, no precisamente prodemócrata, que coadyuvaron a su derrota, contó con la llamada de celebridades, empresarios e intelectuales de votar en su contra, y la decisión de los jóvenes y otros grupos que generalmente no lo hacen, principalmente en las comunidades latinas y negras, de acudir a quitarle prerrogativas a un hombre tan peligroso, rodeado por otros que no lo son menos.

Este trabajo dio sus frutos, como, por ejemplo, al menos 34 millones de estadounidenses votaron por adelantado, en persona o por correspondencia, cifra muy superior a la de las elecciones de medio mandato del 2014, donde 27 millones de personas sufragaron en forma anticipada.

Quizás un elemento que no se menciona mucho, es que personas con suficientes recursos económicos y que votan por el Partido Republicano, lo hicieron esta vez por el Demócrata.

Ejemplo de ello es Ross Kershey, quien se opone a la reciente amenaza deTrump de suspender la protección constitucional de la ciudadanía por nacimiento como una forma de controlar a los inmigrantes indocumentados.

Otros republicanos de toda la vida encontraron que su lealtad fue puesta a prueba por un presidente que aplica aranceles, desacredita a los refugiados e insulta a sus oponentes políticos.

“Trump ha tenido la filosofía correcta con respecto a la economía”, dijo McNeff, de 72 años. “Los impuestos tenían que ser revisados. Las regulaciones se habían convertido en un obstáculo para la industria”.

Pero a medida que envejece, McNeff dice que el estado de la economía le importa cada vez menos. Piensa más en sus cinco nietos. Cada vez que se entera de un tiroteo en una escuela le hace preguntarse qué podría pasar con ellos y le molesta que el gobierno federal haya hecho poco para prevenir futuros tiroteos, como analizar seriamente un proyecto de ley para ampliar la investigación de antecedentes de los portadores de armas.

“Si piensas en cuál es la cosa que más te mantiene despierto por la noche, eso es todo”.

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