El gran Caribe y el legado martiano
14 de marzo de 2017
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En la histórica carta a su entrañable amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal – fechada en Montecristi el 25 de marzo de 1895 y conocida como su testamento antillano–, José Martí precisaba que “las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”.
Con antelación, en el artículo aparecido en “Patria” el 17 de abril de 1894 bajo el título “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, había señalado que “en el fiel de América están en las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que prefiera ya negarle el poder…”
En esa ocasión alertó igualmente el Apóstol de la Independencia de Cuba sobre “la oportunidad ya a punto de perderse con que las Antillas esclavas acuden a ocupar su puesto de nación en el mundo americano, antes de que el desarrollo desproporcionado de la sección más poderosa de América convierta en teatro de la codicia universal las tierras que pueden ser aun el jardín de sus moradores y como el fiel del mundo”.
Fueron sin dudas estas ideas martianas las que en buena medida inspiraron y presidieron los encuentros caribeños que han tenido lugar en La Habana en días pasados: la Conferencia de Cooperación de la Asociación de estados del Caribe (AEC); el Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de esa agrupación regional, que abarca no solo a los estados insulares sino también a los establecidos en tierra firme con costas caribeñas como Venezuela, Colombia, México y los países centroamericanos; y la reunión ministerial Cuba-Comunidad del Caribe (CARICOM), que examina y promueve los crecentes vínculos entre la mayor de las Antillas y las naciones que forman esa comunidad, mayormente de habla inglesa.
Desde la fundación de la AEC en Cartagena de Indias, en 1995, el concepto de Gran Caribe se ha consolidado y fortalecido a lo largo de más de dos décadas y rebasando las dificultades y la prueba del tiempo ha logrado emerger como un insustituible e influyente bloque regional que, por vez primera, logró involucrar a todos los países independientes del Caribe relacionándose con otros mecanismos regionales y subregionales de integración como CELAC, ALBA-TCP, PETROCARIBE y CARICOM.
En momentos de inquietudes y amenazas, cuando la prepotencia imperial es palpable, las declaraciones finales de estos encuentros caribeños y grancaribeños (“las Antillas libres” de que nos hablara Martí) recogen las numerosas coincidencias, realidades, desafíos, y aspiraciones comunes de todas estas naciones unidas por raíces históricas comunes y cuyo papel es hoy imposible de ignorar.
Frente al “divide y vencerás” se impone en el Gran Caribe el “unir para vencer”.
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