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El difícil camino de Pedro Castillo

10 de agosto de 2021

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Tal vez este título pudiera semejarse a alguna de las conocidas obras del “boom” latinoamericano del pasado siglo: lo que sí es cierto que al recién elegido y posesionado tras azaroso proceso –presidente constitucional del Perú, Pedro Castillo– le aguarda un difícil camino en el cumplimiento de su programa a favor de las clases más humildes y vulnerables que son numerosas en ese saqueado país andino, rico en recursos materiales pero condenado a muerte por el neoliberalismo y la corrupción de gobernantes y empresarios nacionales y extranjeros, en especial desde hace medio siglo aproximadamente, cuando la “democracia” sustituyó a aquel gobierno de la fuerza armada que encabezó el general Velazco Alvarado.

La sorprendente llegada a la presidencia peruana de Castillo, en nombre del recién creado partido Perú Libre –al que acompañaron en segunda vuelta otras fuerzas de izquierda de menor relevancia pero todas unidas hasta formar un sólido bloque–desestabilizó todos los pronósticos electorales, ridiculizó a los principales medios de comunicación monopólicos de Perú y países vecinos y golpeó en el centro mismo a los planes del imperialismo norteamericano para América Latina y el Caribe, en particular para Suramérica. El Grupo de Lima se quedó sin Lima.

Desde ahora el gobierno de Castillo será objeto de todas las conjuras, intrigas y conspiraciones por parte de la más rancia oligarquía local, con el aliento y el financiamiento de la CIA y sus activos en el terreno, que seguramente buscarán convertir al Congreso en escenario de sus propósitos, tratando de formar una mayoría de derecha que constantemente hostigue e impida gobernar al desafiante maestro rural, al que odian y desprecian, intentando su derrocamiento.

Intentarán también jugar la carta golpista de la Fuerza Armada, que hasta ahora les ha fracasado ruidosamente. La nueva jerarquía militar, designada por Castillo, reiteró oficialmente de modo ceremonial la subordinación de esa institución al orden constitucional y al presidente de la República como comandante en jefe reconocido.

Entre las fuerzas políticas sobrevivientes de la oposición, pretenderán contar con el devastado fujimorismo como columna vertebral de una derecha cada vez más frustrada y fragmentada cuya unión circunstancial  no fue capaz de impedir el triunfo electoral de Castillo y se inculpa mutuamente por el fracaso inesperado de los resultados y de todas las maniobras sucias ensayadas para voltearlos.

Durante ese tortuoso período de presiones, apelaciones fraudulentas y conspiraciones, el nuevo presidente constitucional se mostró a una altura posiblemente inesperado para sus enemigos, actuando con firmeza y habilidad, no dejándose provocar ni él ni los suyos, mostrando una valentía serena pero efectiva hasta lograr la confirmación de la elección de modo irrebatible por parte de las autoridades competentes para ello.

Castillo ha ganado una primera batalla, pero dista de haber ganado la guerra. Son aún muy poderosos e inescrupulosos quienes no le perdonan haber levantado victoriosamente en el Perú –en estos momentos–, una bandera de soberanía, independencia y justicia social que puede ser decisiva para Latinoamérica. Necesita, por tanto, solidaridad y apoyo.

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