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EE.UU.: universidades en las calles

8 de mayo de 2024

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Quién lo iba a decir y mucho menos a predecir. Mientras la politiquería, las componendas y la demagogia invaden el tradicional ambiente electoral estadounidense y las campañas más sucias se extienden por toda esa sociedad, como es costumbre desde la existencia del país imperial hoy aterrorizado ante su evidente decadencia, la sombra de Vietnam se proyecta una vez más y se hace presente en sucesos similares a los 1970, cuando las universidades se convirtieron en incontrolables y rebeldes centros de solidaridad con las luchas del pueblo vietnamita y, sobre todo, por la retirada de las tropas intervencionistas yanquis y por la paz inmediata.

El régimen de Nixon -que entonces reinaba sin aparentes dificultades- fue presionado por la insurgencia de estudiantes y profesores a enfrentar seriamente las conversaciones de paz de Paría, buscar una salida a las tropas y finalizar la guerra de agresión en el Sudeste Asiático, a la que habían concurrido -como es el caso actual del estado terrorista de Israel- en “ayuda” de un incondicional asociado al que pretendían salvar. Aquella vez era el régimen títere de Saigón, corrupto, desacreditado y bandidesco por los cuatro costados: una gavilla de asesinos.

No es menos cierto que los campus universitarios estadounidenses sostienen una larga y combativa tradición de lucha que ya se hizo sentir en la década de los 40 del pasado siglo y desde centros ilustres donde se aloja la mayor parte del más acreditado bagaje cultural y académico del país, incluyendo a estudiantes, profesores y trabajadores. El mudo académico estadounidense, en sentido general, ha tratado de sostener principios humanistas en diversa magnitud, resistiendo a los embates imperialistas de los grandes consorcios capitalistas insaciables y de los politiqueros a su servicio, que hasta ahora han administrado ese Estado de una forma u otra y lo controlan.

Universidades prestigiosas como Harvard, Columbia, Yale, Berkeley, el Tecnológico de Massachusset (MIT), la Estatal de Kent y California -por citar solo algunos ejemplos- se han convertido en verdaderos islotes que dentro de esa sociedad, tratan de conducirse con decencia, dignidad y solidaridad con el resto del mundo, en particular del Tercer Mundo.

Está planteada una contradicción que es evidente y creciente, que tomó cuerpo esta vez en la denuncia contra la complicidad del gobierno imperialista de estados Unidos en el genocidio del pueblo palestino de Gaza, por el fin de los donativos que algunos capitalistas israelíes hacen para lavar su imagen y por el cese de la represión policial y los encarcelamientos.

Tras gastar sin pudor y pregonadamente miles de millones de dólares en planes de subversión, vandalismo, diversionismo y caos contra gobiernos y a países que se resisten a cumplir sus dictados imperiales, resulta que en estos momentos es el gobierno de Estados Unidos el que debe enfrentar la generalizada rebelión universitaria extendida a todo el país con una sorprendente capacidad de movilización y con rasgos que pudieran llevarla más allá -ahora o en un futuro- de los objetivos inmediatos anunciados.

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