EE.UU., un socio no confiable
22 de mayo de 2020
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Ningún cubano se asombró cuando a principios de la pandemia la máxima dirección del país dio permiso a que el crucero inglés que era rechazado por varias naciones de la región pudiera atracar en el puerto de El Mariel y sus tripulantes y pasajeros embarcaran de forma segura de regreso a Londres.
Mucho menos con la partida de más de 20 brigadas médicas a prestar su ayuda humanitaria a países que la solicitaron para enfrentarse a la pandemia que causa millones de enfermos y decenas de miles de muertos en todo el planeta.
Varios jefes de Estado y de organizaciones internacionales comprenden esta necesidad, pero la actitud mezquina e inhumana hasta con sus propios compatriotas de otros mandatarios no permite asegurar que en la etapa post-pandemia reine la colaboración y fraternidad, tanto al interior de cada nación como en las relaciones internacionales.
Hay socios no confiables antes y durante la pandemia, por lo que sería ingenuo pensar que lo serán cuando se haya enterrado la última de las víctimas de este coronavirus.
No hay que pensar muchos para que esta lista la encabece el señor de las sanciones, el de las amenazas, que aprovecha la pandemia para lograr ventajas económicas y solo piensa en su reelección, mientras que mueren miles de sus compatriotas por falta de atención médica.
La experiencia del crucero demostró no solo a los tripulantes y pasajeros británicos y de otras nacionalidades que la amistad estadounidense con Gran Bretaña no funciona cuando no existen intereses económicos o de otro tipo.
Gracias a la pandemia Donald Trump ha demostrado quien es y de lo que es capaz. Aquellos que lo veían con buenos ojos ahora dudan ante la escalofriante cifra de muertos que la ineficacia de su sistema de salud y en especial la falta de una política gubernamental evidenció su incapacidad y la de su gobierno para hacerle frente a situaciones de emergencia como la actual.
Una muestra más de su prepotencia y accionar dictatorial fue la declaración de Trump, cuando amenazó a mediado de mayo con suspender permanentemente la financiación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y reconsiderar la membresía de su país en el organismo.
Queda claro que con personajes como el actual mandatario estadounidense no se puede confiar, ni como amigo ni como socio y él se encarga de recordarnos esta verdad cada vez que se pronuncia sobre algún tema internacional.
La lógica del “sálvese quien pueda” fue la primera reacción una vez que se supo del potencial impacto de la pandemia. Ciertos Estados económicamente poderosos confiscaron encargos, sobrepujaron precios, bloquearon envíos de suministros de bioseguridad y respiradores para el tratamiento de la enfermedad.
Una situación tan extraordinaria como la pandemia amerita una respuesta, también extraordinaria, con los más altos niveles de confianza, coordinación, cooperación, legitimidad y de respuesta global que Estados Unidos no es capaz de cumplir.
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